domingo, 21 de diciembre de 2014

Feliz inanidad
Debe ser la Navidad, donde, salvo alguna cosa como el turrón duro, todo se ablanda. Mi corazón, que no es tan grande como el del camarero de la lotería, no puede por menos que reconocer el mérito y la gran labor del Gobierno. Y no lo digo porque el caviar, la langosta y el cava vayan a correr por las mesas liberadas de la crisis, tal y como nos anunció el que ha montado este belén.  Sin duda, la inanidad, cuando no la inquina, de los que nos gobiernan nos hace sacar lo mejor de nosotros mismos. Gracias a nuestro inquilino de la Moncloa son cada vez más numerosos los que sienten, a flor de piel, el célebre “vuelve a casa por Navidad”;  pues son miles de jóvenes los que han tenido que coger la maleta para encontrar un futuro. Estamos ante el culmen de la celebración de la solidaridad familiar y ciudadana. Sin el aliento de los más cercanos y de las personas más comprometidas; los golpes de la reforma laboral y de los recortes en educación,  sanidad y servicios sociales hubieran partido aún más este país en dos, condenando a la inmensa mayoría a la pobreza. La desigualdad es el menú indigesto que nos ocultan y que sólo los lazos más sólidos son capaces de resistir. Aún sin leña en el hogar, bastará el calor o el recuerdo de nuestros padres y familiares para  subsistir y esbozar una sonrisa de felicidad, que nadie nos va a sustraer. Será suficiente  con una palabra amable, un beso, una mano cogida, un sabor de antaño y el reflejo eterno de nuestros progenitores para alcanzar un momento mágico de paz arrancada a la más negra actualidad. Habrá que hacer un sitio al puto móvil, pero eso es otra historia. Igual que las postales navideñas que no cesan de enviarse, con franqueo a nuestra cuenta, la empresa concesionaria de nuestro afamado aeropuerto y el Gobierno regional. Pero eso es más propio de carnaval y ahora toca disfrutar de estos entrañables días. Gracias Mariano.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Uno no, dos AVES

A estas alturas del trayecto, nos piden que seamos buenos, que tengamos fe, que tras pedirlo durante más de 20 años dentro de otros tres y no sé cuántas promesas más llegará, presto y sin retraso, el AVE soterrado. Nos muestran los planos del ferrocarril ideal para 2017 una vez que hemos aprendido a ir a Albacete para coger el AVE a Madrid; que nos conozcamos el enlace de Alcázar de San Juan para tomar la vía hacia la recóndita Andalucía; que nos acostumbremos a hacer kilómetros para pasar siempre por Alicante; que hayamos pagado en vidas el olvido en Chinchilla y en vergüenza la  desidia de Camarillas. Tantas veces anunciando la llegada del tren, cientos de páginas y gritos tirados a las traviesas, fotos para los votos y declaraciones considerándonos mercancía…y ahora nos dicen que tengamos una gota más de paciencia. Qué creamos que el AVE de segunda, que partirá a Murcia en dos, llegará por Alicante, sin soterrar y sin conectar con Almería, no es el definitivo. Que detrás viene una inversión de 500 millones de euros para atender la demanda de la sociedad murciana, también ninguneada en el corredor ferroviario mediterráneo. Como si de una acera se tratara, los que nos representan nos anuncian -con un silbido tan estridente como el que sufrieron los indios cuando el primer ferrocarril surcó el oeste americano- que ahora no toca, pero que nos quieren  tanto que levantarán de nuevo la línea para soterrarla, que no sólo nos dan un AVE sino dos. Cariño que demuestran año tras año en unos presupuestos que castigan a Murcia a la indigencia aún sin comenzar el ejercicio, ya que si se atiende a las cifras reales de inversión estaríamos, como quizá estemos, muertos. Piensan que nuestro cerebro se ha desconectado tras un viaje en el que los únicos que mantienen o aceleran su tren de vida son los que ni siquiera se sonrojan al mandarnos a todos a un futuro irreal. Tantas vueltas a la espera de que cambie el conductor y, por tanto, nunca más se sepa de la ruta marcada, como ocurre con el transbordo del agua o con el descarrilamiento de la energía fotovoltaica. Sólo nos queda exclamar, como si fuéramos jodidos marxistas, ¡Más madera y también dos huevos duros!

sábado, 6 de diciembre de 2014


Luces y sombras

Lo tenían hablado ya. Este año el espíritu de Navidad sólo anidaría en casa. No habría visita a los grandes almacenes para que los nietos vieran juguetes ni se prodigarían en paseos nocturnos a la sombra de las luces. Incluso, ya habían comunicado al director de su colegio público que evitaran encargarles postales navideñas; anunciándole, asimismo, que no asistirían al centro el día de la visita de Papa Noel ni el de la representación del belén viviente. La pensión no daba para más. El padre era uno de los dos millones de parados que carecía de cualquier tipo de prestación; la madre se afanaba en limpiar escaleras y sólo la nieta mayor había encontrado un trabajo por 200 € durante la semana de Reyes. El año no merecía ser despedido con campanadas y hace tiempo que dejaron de creer que, tal y como reza la religión católica, en la pobreza estaba la virtud pues no veía él que los más devotos la abrazaran con pasión. Había ido guardando durante todo el año un puñado de monedas para que, con la ayuda solidaria de Caritas y del Banco de Alimentos, no faltaran algunos dulces en la mesa. Aprovecharían para estrechar los lazos familiares, unirse aún más para combatir el frío y la indigencia, compartiendo también el mejor regalo y decoración de los posibles, el alumbramiento de un nuevo miembro , que anunciarían los padres en el solsticio de invierno. No les importaban las noticias que sitúan a España a la cabeza de la malnutrición infantil, con regiones como Murcia donde desde la semilla se parte en desventaja; ni consejos como el de Pérez Reverte para que los jóvenes «se preparen para el fracaso»; ni por el hecho de aumentar los habitantes de un país en el que Aquí no hay quien viva tiene más seguidores que Isabel. Series cuya calidad refleja las dos Españas. Ojalá que ninguna de ellas le hiele el corazón tanto a nuestro protagonista como a los miles de niños que han convertido el aumento de natalidad en la única noticia positiva de estos tiempos.