sábado, 21 de febrero de 2015

Noche sin alba

Como cada noche sin día, a las 4 de la mañana el despertador mueve la pesada manta del padre de la casa, aunque son más las veces que es él quien impide el graznido helador. Primero el derecho  y luego el izquierdo, si bien hace tiempo que el maldito desempleo hace tambalear todo el hogar. El agua fría sobre la cara y la templada sobre el estómago, antes de echar un vistazo al uniforme calendario. Traspasada la puerta, el frío de invierno se pega a sus huesos durante el camino a la puerta del Ayuntamiento. Son las 4,30 de la madrugada y ya se van arremolinando cientos de hombres y mujeres en busca del dedo que les lleve a ganar la peonada. Hoy espera tener más suerte. Sabe que ya no cogen a los mayores de 35 años, pero ayer su mujer hizo un hueco y le hizo una cresta en el pelo, muy juvenil, bien cortado y sin las escaleras que marcaban su vida. Peldaño a peldaño, la mujer ya sabía lo que era bajar al infierno, cansada de asir la escoba para obtener el sustento de toda la familia. No llegaba a comprender muy bien como su marido estaba obligado a tener la vida laboral de un futbolista si, con suerte, algún día se libraba de cobrar los 10 euros diarios que algunos patronos, de los de antes, restriegan por trabajos de doce horas. O eso o el hambre. Con la cabeza mirando al suelo, humilde, los ojos llorosos de rabia y preparado para el descabello. Ahí está. Esperando poder recibir el hedor desde lo alto del remolque, que los lleva a los campos. Si hoy no lo elegían tampoco iría a casa sin la soldada.  De algún sitio la sacaría. No podía permitirse ser un desecho, que su mujer y sus dos hijos pequeños no tuvieran nada que llevarse a la boca, sólo auxiliados por la solidaridad de sus vecinos de cualquier pueblo murciano.

sábado, 14 de febrero de 2015

De libro

Aunque uno sea un ignorante, sabe que privatizar un servicio público como la educación expulsa a los que anhelaban subir de clase. No basta con el incremento constante de las matrículas universitarias ni con el descenso, igual de persistente, de las becas. Ahora se cierra aún más la puerta de la educación superior obligando a realizar uno o dos años de master para contrarrestar el recorte de las carreras a tres años. Con el dinero como único objetivo de la acción política, se cambia el talonario por el mérito. Tanto tienes tantos títulos puedes comprar para continuar la saga familiar. Eso sí, si careces de cartera puedes fácilmente endeudarte de por vida, tal y como está ocurriendo en Estados Unidos, con miles de familias sufriendo la asignatura pendiente de pagar los estudios al no encontrar fácilmente un empleo digno. Ya saben, esa especie en extinción en España. Con estas leyes y con otras de igual calado, como el aumento de las ratios y la reducción en el número de profesores, se da carpetazo a la igualdad de oportunidades que garantiza una educación pública y universal, en el que cualquier joven pueda estudiar con independencia de sus ingresos familiares. Encima, se nos intenta convencer con argumentos peregrinos, como que supone un ahorro para las familias. Efectivamente, cortar la luz del interruptor y del conocimiento supone un ahorro, igual que el que están disfrutando aquellos que ya no compran medicina porque no pueden hacer frente al copago; los que se evitan el transporte hacia el trabajo porque carecen de él o los jóvenes que no tienen que pagar alquiler porque sobreviven con sus progenitores. Todo ahorro, todo disminución de los derechos y servicios básicos. No conformes con consagrar la desigualdad económica, el problema social al que debía enfrentarse cualquier país democrático, dan libertad a las universidades para que actúen en función de sus intereses, con independencia de la tan cacareada unidad de mercado. Es igual, todo da igual salvo mercantilizar la educación. Hacer negocio con el futuro de nuestros hijos o, lo que es lo mismo, de nuestro país, cortando a la sociedad en dos, cual Edad Media.
Pobres

Me pregunta mi hija sobre un recrudecimiento del virus del ebola. Yo me quedé en los 8.000 muertos, pero me sorprende que me pregunte por una cuestión africana cuando en nuestro país hay temas de tan candente actualidad como la fiesta de cumpleaños de Ronaldo o asuntos que nos tocan aún más de pleno, como la operación de James en Murcia o el apasionante debate sobre quién serán los cabezas de lista en nuestra Región. A este paso, un día me va a preguntar por los pobres. Ya saben, esos que son incapaces de esconderse para no frustrar la publicitada recuperación económica. Los jodidos se reproducen tanto que ya amenazan a un tercio de la población en España. Un índice felizmente superado aquí,  con un 34,1% o 505.969 personas en riesgo latente de indigencia. Cada vez son más los niños, jóvenes y adultos que no tienen apenas nada que llevarse a la boca, que no pueden hacer frente a los gastos básicos que, eso sí, engordan a las principales compañías energéticas privadas. Una brecha en la población y entre comunidades que sigue creciendo, con regiones, como Murcia, siempre en el último escalón en gasto social y por dependencia, por no hablar de otros tristes ranking que también nos empobrecen porque nos impiden acceder, en igualdad de condiciones, a los servicios sanitarios y educativos. Ocho años después y sin garantías de que los cambios sean efectivos en esta legislatura, la Comunidad se ha puesto manos a la obra para desarrollar la ley de renta básica. Una limosna que en nuestra tierra se limita a 300 € cuando la media nacional alcanza los 400 €. No parecen ser suficientes las llamadas de atención de los ciudadanos directamente afectados, ni las de las ongs que han desplegado una red de solidaridad como nunca se había visto, ni las de las propias autoridades europeas, el Instituto Nacional de Estadística o la Defensora del Pueblo. No parece que mirar para otro lado, a no ser que nos fijemos en la cada vez más cercana África, sea la solución para combatir una lacra que, en términos económicos, por si es el único lenguaje que se entiende, nos empobrece a todos.

sábado, 7 de febrero de 2015

Basura al cubo

Puesta a prueba todos los días, nuestra capacidad de aguante no tiene límites. Y no me refiero a las condiciones laborales que tienen que soportar los que encuentran un empleo sino al hedor que envuelve nuestra sociedad. Inmunizados frente al olor de las alcantarillas ante tanto Bárcenas, eres, operaciones púnicas, tarjetas opacas y otras corruptelas que ocupan el umbral de nuestra existencia; somos capaces ahora de correr un tupido velo sobre los indeseables que utilizaban a menores para satisfacer sus más bajos instintos. La ley del silencio sobre la trama descubierta en Murcia -que servía en bandeja la vejación de menores a cambio de dinero- impide que salgan a la luz estos sujetos, por lo que el relato se limita a explicar con excelsa minuciosidad las distintas formas que utilizaron del verbo y todo su predicado. Los culpables mantienen el anonimato mientras las jóvenes sufren ya el estigma en sus respectivos centros educativos y barrios, viéndose retratadas con todo morbo en los papeles. Qué sociedad es capaz de soportar tanta suciedad. Quizá la misma que aguanta que el juez Garzón sea el único condenado por el caso Gurtel, pero en algún momento habrá que poner el tablacho. No caben miramientos ni posibilidad de coartadas con aquellos  que se aprovechan de la crisis para forzar la voluntad física y moral de las personas, quebrando las más sólidas columnas de la convivencia. Animales que nos convierten a todos en víctimas. La sola idea de cruzarse en la calle con uno de estos indeseables sería suficiente para reclamar justicia, comenzando por el escarnio público, pero ellos siguen realizando su vida normal…Cuenta Menéndez Pidal la sorpresa de un turista inglés por la capacidad de aguante de los españoles tras visitarnos a principios del siglo XX. Ahora que estamos en plena FITUR habrá que prevenir a los forasteros sobre nuestra alma.
De libro

Aunque uno sea un ignorante, sabe que privatizar un servicio público como la educación expulsa a los que anhelaban subir de clase. No basta con el incremento constante de las matrículas universitarias ni con el descenso, igual de persistente, de las becas. Ahora se cierra aún más la puerta de la educación superior obligando a realizar uno o dos años de master para contrarrestar el recorte de las carreras a tres años. Con el dinero como único objetivo de la acción política, se cambia el talonario por el mérito. Tanto tienes tantos títulos puedes comprar para continuar la saga familiar. Eso sí, si careces de cartera puedes fácilmente endeudarte de por vida, tal y como está ocurriendo en Estados Unidos, con miles de familias sufriendo la asignatura pendiente de pagar los estudios al no encontrar fácilmente un empleo digno. Ya saben, esa especie en extinción en España. Con estas leyes y con otras de igual calado, como el aumento de las ratios y la reducción en el número de profesores, se da carpetazo a la igualdad de oportunidades que garantiza una educación pública y universal, en el que cualquier joven pueda estudiar con independencia de sus ingresos familiares. Encima, se nos intenta convencer con argumentos peregrinos, como que supone un ahorro para las familias. Efectivamente, cortar la luz del interruptor y del conocimiento supone un ahorro, igual que el que están disfrutando aquellos que ya no compran medicina porque no pueden hacer frente al copago; los que se evitan el transporte hacia el trabajo porque carecen de él o los jóvenes que no tienen que pagar alquiler porque sobreviven con sus progenitores. Todo ahorro, todo disminución de los derechos y servicios básicos. No conformes con consagrar la desigualdad económica, el problema social al que debía enfrentarse cualquier país democrático, dan libertad a las universidades para que actúen en función de sus intereses, con independencia de la tan cacareada unidad de mercado. Es igual, todo da igual salvo mercantilizar la educación. Hacer negocio con el futuro de nuestros hijos o, lo que es lo mismo, de nuestro país, cortando a la sociedad en dos, cual Edad Media.