sábado, 30 de marzo de 2019

Toma verano
El sueño de todo español cumplido: tener las vacaciones de un maestro. El cambio climático ha obrado el milagro de concedernos cinco semanas más de verano con respecto a 1980. Aunque los jóvenes ya no son lo que eran, convirtiendo las aulas en un invierno perpetuo y la docencia en una profesión de riesgo, ha merecido la pena la espera. Cambiaremos el tajo por el mar o las desérticas montañas y si mantenemos alguna sana costumbre igual nos da por abrir un libro, aunque si leer se convirtiera en vicio produciría un cambio climático de increíbles consecuencias. Por ello, los distintos gobiernos se encargarán, como hasta ahora, de impedir que exprimamos las neuronas, qué es lo que tiene pasar mucho tiempo desocupado en opinión de, paradójicamente, la Iglesia. Pronto será obligatorio chatear durante no menos de tres horas al día, revisar las redes sociales otro tanto y mantener enchufada la tele sine die, con un “Salvamé” eterno que nos impida pensar en lo que estamos haciendo con el planeta. Una tendencia controladora gubernamental innata que será apoyada, como suele ocurrir, por neandertales que resucitarán el célebre lema “El trabajo es salud”. Atrasados o adelantados, depende de que se utilice un baremo intelectual o económico, que no han dado un palo al agua y que querrán mantener su posición privilegiada cuando ya no quede ningún líquido. Pero no teman, al final el espejismo se transformará en más de lo mismo. Esto es, aprovechando que el verano será perpetuo profundizaremos en nuestra situación de camareros durante todas las horas del año, con una propina como salario. Echaremos de menos los lunes de ahora como yo anhelo aquellas conversaciones con mis amigos de un pueblo perdido de Murcia en las noches de estío. Con la caña en la mano, Orlando, Rodolfo, “Colorín”, “Angelorro “, Federico y Javier soñábamos con un mundo donde no hiciera falta trabajar toda la existencia, al ritmo de seis días a la semana, para disfrutar de la brisa veraniega. Entre la utopía y la distopía discurre la vida.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia 30 de marzo.

sábado, 23 de marzo de 2019

Amarillo
Está claro que esta primavera se lleva al amarillo. Amarillo limón que estamos en Murcia. No hay color que dé más que hablar o que la actualidad exprima más. Sobre todo en Francia, donde la protesta de miles de chalecos “jaune” fluorescentes ha iluminado un diálogo que, promovido por Macron, se ha saldado con 10.300 reuniones y más de un millón y medio de sugerencias en la red. Aquí se monta gorda si se anuncia la creación de una mesa para intercambiar opiniones los que lucen los lazos… amarillos. En esta parte de la frontera el debate se convierte en rebote…golpes de unos contra otros con gruesas acusaciones entre los defensores de la palabra y aquellos que sólo pronuncian el número 155. Y, por supuesto, nada de dar coba a los intelectuales como se ha hecho en Francia pues aquí cualquier expresión altisonante puede causar cárcel o excomunión. En el país galo cinco han sido las propuestas mayoritarias de los ciudadanos para coser las costuras, a punto de romperse cada sábado: subir las pensiones en función de la inflación; reducir el IVA; aumentar el salario mínimo; recortar el número de parlamentarios y gravar impositivamente a las grandes fortunas. No sé si les suena. Allí en Francia suena más, cling cling, porque tanto en pensiones como en salarios están a años luz de nuestras prestaciones. Somos muchos los que lamentamos el resultado de la Guerra de la Independencia que, a tenor de lo dicho, parece continuar pues en España hay quienes no cesan de bombardear lo que ahora defiende el país vecino, como unas jubilaciones y un salario mínimo digno, así como una reducción del IVA o de los impuestos indirectos que, con independencia de la riqueza, pagamos todos. Los mismos que, con las mejores armas, preconizan la desaparición del impuesto de patrimonio y de sucesiones, cuando no dibujan sobre el campo de batalla un paraíso fiscal en el que se remata a las víctimas.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia 23 de marzo.

sábado, 16 de marzo de 2019

Animales

Hay que ver cómo está España. Hasta las pobres mulas murcianas tienen que emigrar a Alemania para ganarse el sustento. Como los cientos de jóvenes que sobreviven en las empresas germanas o igual en mejores condiciones; los equinos no sólo se han ganado el pan y la sal sino que son protagonistas de un video de, ni más ni menos, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que elogia su encomiable labor en la Brigada de Infantería de Montaña del Ejército alemán. Su capacidad de sufrimiento y de carga, tanto monta monta tanto como nuestros paisanos allí, es objeto de vanagloria. Por fin encontramos sentido a nuestra pertenencia a la OTAN. Ya lo dice mi tío Lázaro: No hay nada como ser un jumento, sin pensar…como si sólo atendieran a las redes sociales. También triunfan nuestras cabras murciano-granadinas a nivel internacional por su dureza en países tan inhóspitos como Argelia, de similar clima a nuestra región. Son tan aguerridas que igual sobreviven al presidente Butefika y verán, si hay suerte, una nueva primavera árabe en nuestro vecino africano. No sólo de nuestras hortalizas viven, por tanto, nuestras exportaciones e igual sería interesante plantear algún tipo de avión, distinto a los Boeing 737 Max, para dar salida a todos nuestros animales, estudiantes incluidos, aunque corramos el peligro de despoblación. Las que no levantan el vuelo son las abejas a pesar de que son la clave de la vida en la tierra, pues dependemos de su polinización para tener alimentos. Ya le digo a mi hijo Borja que en vez de salir corriendo nada más escuchar un zumbido abrace y cuide a la especie. Entre la contaminación y las abejas trabajadoras que han perdido la perspectiva de clase y, por tanto, votarán a partidos tóxicos lo tenemos claro en el planeta Murcia. Sin abejas no habrá ni mulas ni cabras, pero hay especies que no se extinguen por mucho que abran la boca… Se dan cuenta de lo que hay que escribir para no describir a otros animales y polinizaciones.

Nos queda la palabra / La Opinión de Murcia 16 de marzo.

sábado, 9 de marzo de 2019


Punto G

Cuando hay españoles que, tras darle muchas vueltas, acabamos de descubrir el Punto G; nos desayunamos con que ya está aquí el 5G. No estoy hablando de coger el puntito gilipollas ni de quintuplicar la golfería que inunda algunos lares sino de un salto tecnológico que nos hará triunfar o desnucar. Multiplica por mil la latencia, lo que supone que alcanza una velocidad de infarto, aunque no sé muy bien para qué tal vértigo. Quizá sea para mantenernos aún más prisioneros o embobados en la pantalla. Esto es, nuestro coche irá solo, pero no para que veamos el paisaje sino para poder ir mirando el móvil. Por esos campos murcianos y, aún más, castellanos observaremos las luces apagadas de los pueblos abandonados mientras nuestra muñeca emite un destello multicolor que nos mantendrá inexorablemente unido al big data. Quizá algún tractor autopropulsado surque el horizonte, cerro tras cerro sin más destino que volver siempre sobre sus pasos. Cientos de campanarios yacen ya sobre las estepas y las tierras de nuestro país, una triste estampa que cierra el éxodo por los siglos de los siglos del medio rural a la ciudad. De aquellos pioneros que, al final de la Edad Media, decidieron aburguesarse en las nuevas ciudades a generaciones no tan lejanas que, con independencia de la edad, dejaban la agricultura para labrarse un futuro de mayor prestigio social. Hoy su destino, las célebres capitales, desde donde se volvía al terruño en un Mercedes, son smart city. En castellano, ciudad inteligente, un oxímoron pues no hay menos sabio que separarse de la naturaleza, incluida la humana, donde podemos encontrar todo el abecedario con el que construir todo tipo de experiencias sensoriales. Y en ese devenir, que es obligatorio hasta tal punto que lo correcto sería debevenir porque así lo ha escrito, en inglés por supuesto, quien puede hacerlo; nuestra Región de Murcia se sitúa de nuevo por detrás en la carrera de la investigación.  Yo, por si acaso, me atrincheraré en el Punto G porque ahí es fácil alcanzar el cielo. Vivir en la nube (cloud), donde finalmente se concentrará toda nuestra vida. 
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia

sábado, 2 de marzo de 2019

España cañí
¿Hasta dónde vamos a llegar? Oigo a un político yeclano alertar de que el Gobierno del temible Pedro Sánchez está barajando prohibir la pólvora en las fiestas patronales. Como si fuera un bandolero a la contra,  el aliado de las fuerzas del mal querría apagar de un trabucazo todos los fuegos artificiales que adornan las cabezas sobre nuestros santos. Convertir todo en pólvora mojada, acabando con los polvorillas y la artificiosidad que tanto juego dan a algunos personajes del tablero o tablao político. Y es que el innombrable no se conforma con empapelar de democracia nuestra Semana Santa –lo que sería un milagro- al hacerlo coincidir con la campaña electoral sino que, para fastidiar a los murcianos, también marchita las Fiestas de Primavera y, lo que es más grave aún, nos llama a la reflexión durante el grandioso Entierro de la Sardina. Si pensáramos durante los desfiles sardineros nos haríamos todos carnívoros. Unos pocos días más en La Moncloa y remata  también los toros, esencia de nuestro ser  y de las tradiciones más ancestrales, populares y cuantos adjetivos encierra una práctica que, en nuestra querida Región de Murcia, está declarada bien de interés cultural. Pobres animales si no salieran al coso para ser sacrificados, como lo son los cientos de piezas que caen a golpe de perdigón y cartucho. Pues el malogrado no se conforma con aguar la dinamita festera sino que también quiere dejar sin tiro nuestra escopeta nacional. Sí, prohibir la caza. Ese noble ejercicio de amor hacia la naturaleza. ¿Qué será lo próximo…la siesta? ¿Qué busca, que estemos despiertos para percibir el verdadero entierro o el estado de coma en el que se encuentra nuestro Estado de bienestar?  Esto es España y sus rasgos de identidad no son ni la calidad de la educación ni de la sanidad ni de la atención a los mayores. Dónde esté un buen “olé y olé” que se quite todo lo demás, incluido el baile electoral.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia