sábado, 14 de octubre de 2017

Galos

Están locos estos murcianos, que cada segundo día de la semana, el que conmemora al  dios de la guerra, se levantan para reclamar una calzada soterrada. No ha habido legión, cónsul ni general honorario enviados por César capaces de doblegarlos ni aislarlos con elevadas murallas. Al final ¡sea! han sonado las trompetas del imperio, especialistas en convertir las promesas en cantos de sirena. Ver y tocar para creer ante tanto profeta. Ya que sumus, nada nos impide aprovechar la algarabía para reclamar nuevas vías, no sólo las que llevan a la capital sino las que deberían conectar a todas las aldeas de nuestra ínsula. Al fin y al cabo son pocos los patricios que vuelan alto y muchos los plebeyos, por lo que no estaría de más conseguir del emperador -ocupado ahora en no perder territorios por su desidia- caminos de ferrum para conectar correctamente Murcia con Cartago Nova y Elicroca o todos los pueblos del Noroeste y del Altiplano, además de sus diferentes núcleos poblacionales. Reforzar las vías augustas, las grandes arterias, pero impulsando también las ramificaciones a las poblaciones más cercanas, que son las que utilizamos el vulgo. Podríamos, de esta forma, mantener los días de gloria, donde el nombre de Murcia ha resonado en todos los rincones, haciendo temblar las columnas de Matric. Pregoneros de toda Hispania, como el conocido Buenafuente, glosan la hazaña de los nuevos galos, capaces de demostrar que la presión popular proporciona los mejores frutos. ¿Y si plegamos, qué tenemos? Vuelta a la corrupción, a los recortes en sanidad y educación, a la falta de agua, al Mar Menor…que, por unos días, se han mantenido soterrados. ¿O bien cabe pasar página y enarbolar los temas citados, verdaderos estrangulamientos también de nuestro bienestar? No caerá esa breva sino las cabezas que se atrevan a intentarlo. ¡Ave César! El camino parece despejado, pero también está claro.

NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia 14 de octubre.

sábado, 7 de octubre de 2017

Otoño

Más al sol que a la sombra, solos o únicamente con sus cuidadores, los abuelos ocupan al mediodía los bancos de Alfonso X. Por la noche, sirvieron de cama a los indigentes que malviven y malduermen en la oscura ciudad, con sus escasas pertenencias a cuestas. Al dar las 10, éstos desaparecen para SOStener su cartel en las esquinas del centro. Más tarde, surgen de los portales los otros huérfanos, viejos que buscan un rayo de luz para sentirse vivos. Es una suerte que algunos lleven su silla de ruedas porque no hay  suficientes asientos, con el Rey sabio ocupando su trono. Ni sus hijos ni las autoridades piensan en ellos sino en cercar la arteria con cientos de sillas de las terrazas. Entre los mayores hay un pacto no escrito para repartirse el espacio. Muy difícilmente cambiarán de banco pues, tras visitarlo cada amanecer, forma parte ya de sus vidas, por lo que los días con hueco son días de duelo. Esta semana alguno más ha comprado el periódico, que comenta con su cuidador ecuatoriano, ducho en atenderle en todas sus necesidades y, preocupado, incluso, de seguir la tediosa actualidad regional y nacional. Otros, más solitarios, prefieren hacer uso del regalo que le hicieron sus nietos en su último cumpleaños, una pequeña radio con auriculares, que se transforma en el hilo que les mantiene unidos al mundo. Difícilmente se genera un debate, escépticos sobre el futuro. Hoy, sin embargo, observan una manifestación donde brillan canas como las suyas. Son nuevos y viejos sindicalistas que reclaman pensiones dignas en una marcha que les lleva de Murcia a Molina. No faltan quienes, al paso de la comitiva, esgrimen una sonrisa o un intento de aplauso. No llevan banderas sino un paso firme, aunque como sus correligionarios, que les apoyan desde las aceras, saben que, si ellos no lo remedian, son tiempos de poda. Más tarde, al humo de la calle Pérez Casas los bancos se convertirán en barras improvisadas de botellón, alcohol para olvidar el presente. Testigos del declive, los bancos del tontódromo ya esperan el paso alterno de la población invisible. Todo fachada, la Delegación del Gobierno, ubicada en el propio bulevar, no alberga con su sombra a los pobres, viejos y jóvenes sino que los cubre, con su fatal manto, de desigualdad, olvido y reforma laboral.  Otro día contaremos las noticias.

NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia, 7 de octubre