lunes, 27 de octubre de 2014

Otra rotonda

De tanto darle vueltas al asunto, nos ha salido una rotonda como logotipo turístico de la Región de Murcia. Varios lustros después hemos vuelto al principio, al círculo y al lema “Costa Cálida”. De lo no tipycal a lo más típico, pues no hay localidad, del interior o costera, que no esté plagada de redondas. Estamos, sin duda, a la última, de moda. De hecho, a nivel turístico Murcia es, hasta ahora, una gran rotonda que se bordea hacia Alicante, Almería o, incluso, La Mancha.  Solo los despistados o los muy accidentándos, aquellos que no saben tomar el carril correcto cuando aparece el carrusel, recalan en estos parajes, donde no hace tanto las principales ciudades de la Costa Cálida apenas si tenían un hotel y aceras en las calles, circunscribiendo la aventura a llegar a ellos pues no figuraban en los mapas de carretera. Hoy seguimos girando en una especie de círculo vicioso, donde falta inversión y menos claves en este enclave. Otras regiones más sombrías y con menor patrimonio, no sólo españolas sino del resto del mundo, se las apañan para presentar sus ruinas como tesoros, mientras aquí es cierto que todo lo convertimos en ruina, pero las mismas no se transforman en colas sino en vertederos, como es el caso de la excavación de San Esteban. Sólo nos salvamos por la tangente, con una Cartagena cuyos poderes públicos han dado al paso al frente para exhibirse. Al resto se nos ha quedado la sonrisa helada y más si escuchamos, cuando logramos saltar la frontera regional, la clásica pregunta sobre si la capital murciana tiene mar o bien sobre cuál es el horario para visitar la dama de Elche o, mejor aún, a cuánto está de Benidorm o Mójacar. Mucho sol, pero qué poco nos ilumina, como bien muestra y representa el sencillo logotipo. 

Y no es cierto que la detención de toda la cúpula autonómica por corrupción forme parte de una campaña para dar a conocer nuestro logotipo.

sábado, 18 de octubre de 2014

Ni por tierra ni por mar ni por aire

No hay peor fe que la del converso ni más mareo que el que provoca la incompetencia. Los “gobiernos” central, autonómico y municipal se disputan la pala para enterrar el soterramiento del AVE a su paso por Murcia. Palada tras palada y sin disimulo intentan ocultar sus incumplimientos, plasmados en tantas fotos propagandísticas, incluida una detrás de la pancarta, junto a los vecinos que ahora tiran a la vía. No les bastó a estas camarillas con renunciar a la conexión directa con Madrid que ahora, con nocturnidad y alevosía, condenan a la capital murciana a partirse, aún más, en dos. Escondiendo la cabeza como las avestruces, tampoco quieren ver la ruina que, aún antes de inaugurarse, supone el aeropuerto de Murcia. Hemos pasado del gratis total al low cost y ahora a pagar a los inversores privados un aterrizaje forzoso que nos va a costar algo más que la cabeza. Mientras las huecas promesas del gobierno regional se las lleva el viento y los propietarios saltan en el paracaídas que nosotros, graciosamente, les compramos; el común de los ciudadanos, que probablemente no pise nunca un aeropuerto, se va a hartar de tomar tierra, como decía aquel. Y qué decir del agua desalada...que ha pasado de bicha a milagrosa toda ella. Al principio, cuando su rechazo sirvió para ganar votos, no había quien la tragara; luego sólo se exculpaba la que producía la desaladora de la comunidad autónoma y ahora nos la presentan como un descubrimiento, capaz, incluso, de anegar el célebre “agua para todos”.  Hasta tal punto es saludable que ha salido a flote un informe que nos ilumina sobre el efecto beneficioso de la salmuera sobre la posidonia. Agua bendita. Ni en sólido ni en gaseoso ni en líquido tienen nuestros gobernantes remedio ni remiedo a intentar justificar su futilidad. Ni por tierra ni por mar ni por aire…y encima nos peleamos con el ministro de Defensa.

sábado, 11 de octubre de 2014

Stop
 
Hasta la luna parecía ennegrecer conforme se acercaba. Llevaba tiempo siguiendo los carteles con la indicación de España y ni siquiera sabía si su vehículo pisaba ya suelo ibérico, pues hasta las líneas divisorias se habían decolorado, oscurecido. Esperaba ansioso poder practicar el idioma, que la radio sintonizara algún programa en español, aunque sabía que, en principio, se tendría que conformar con el catalán.  Conocía que aquella región aspiraba a convertirse en Estado y calculó que su viaje se alargaría y complicaría aún más si tuviera que cruzar, declarar y pasar una aduana. “Un retraso”, pensó mientras movía el dial. De pronto, la palabra ébola, que no entiende de fronteras ni es preciso traducir, fue escupida por los altavoces, repicando que el mortal virus había entrado en Europa de la mano de España. Quiso escuchar al presidente del Gobierno o a la ministra de Sanidad, como hubiera ocurrido en cualquier otro país, pero las únicas voces que oyó fueron las de los técnicos titubeantes y profesionales de la medicina que aseguraban que habían fallado todos los controles. “Dónde está la voz de los responsables políticos que transmitan tranquilidad, quizá aislada, incomunicada”, se preguntó mientras se contagiaba del clima de angustia que estremecía a toda España. Suspiró una vez que la noticia de apertura dio paso a otra sobre un posible fraude de toda la cúpula directiva de una de las principales entidades financieras españolas. Había leído algo sobre el rescate bancario que ahoga a los países mediterráneos, pero nunca creyó que el dinero se fuera a utilizar para engrosar los caprichos de sus directivos. “Visa black”, ya entendía.  También se esforzó por comprender la siguiente mala nueva, que hacía referencia al arresto de seis policías en Cartagena por el presunto asesinato de un vecino que les pidió ayuda. No podía más, ya no se vislumbraba si había luna llena o no…en la próxima salida daría la vuelta, justo cuando todas las emisoras desconectaban para retransmitir un partido de fútbol. Nunca pensó que los cursos a distancia de idiomas fuesen tan convenientes.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia 11 de octubre.

sábado, 4 de octubre de 2014

Cuentos chinos

Antes de que despierte el sol naciente, Wang ya está en postura de tadasana, practicando yoga tras sorber un cuenco de leche de soja que le garantiza la eternidad. Muy pronto estará listo para apretar la soga sobre el cuello de la larga fila de pretendientes que sólo buscan su dinero, a lo que ya está acostumbrado tanto en el amor como en los negocios. Ayer fue Jesús Samper, valido de Murcia, una colonia cercana a África, donde el multimillonario chino controla ya amplios territorios gracias a la marabunta amarilla que ha cambiado la negra faz de aquel continente. El empresario, especialista en inválidas aventuras que sólo reportan beneficio a su bolsillo, le muestra al maestro chino un parque de atracciones, donde podrá montar y desmontar a su antojo, además de contar con un millón cuatrocientos mil samuráis, de raza huertana, dispuestos a, si es preciso, hacerse el harakiri rodando por el páramo. Nada original, pues por su despacho pasaron Londres, Barcelona y otras ciudades míticas. Sus colegas árabes ya le habían advertido sobre el susodicho, pero Wang prefirió esgrimir una sonrisa, rasgando aún más sus ojos para no romper las esperanzas del típico spanish intermediario, único en vender humo para dar pelotazos tanto a la Administración como a los inversores reales. Hoy el nuevo amo del mundo, de cualquier forma, recibe al presidente de la república hispana, que va a poner Madrid a sus pies. Tras la espantada del benefactor de Eurovegas, al que lo único que le tenemos que agradecer es el guión de Torrente 5, el mandatario español le ofrece el BOE y el INEM para que levante su nueva ciudad prohibida en el país de la paella y el flamenco. Superada la muralla, los altavoces del reino ya anuncian la buena nueva de la inversión china en España: juego, putas y droga para mejorar el PIB de nuestro país, ejemplo, dice Mariano, para toda Europa.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia
A cántaros

“Yo sé que hay quienes dicen: ¿por qué no canta ahora con aquella locura armoniosa de antaño?”, comienza Rubén Dario su poema “De otoño” sin saber que, años después, el optimismo se iba a convertir en la nueva religión. No es época de preguntarse por qué está triste la princesa, recreando paraísos inexistentes y aferrándose a la evasión para eludir el compromiso. No hay espacio para el arte por el arte, mientras aumente la pobreza y la desigualdad. Tampoco lo es de realizar encuestas para ver quién da mejor en el cartel electoral en una carrera sin fin hacia las municipales, las autonómicas y las generales, eclipsando, en un bucle infinito, la urgente resolución de los problemas, que sí son de este mundo y más si se circunscriben a las fronteras de la Región de Murcia. Aquí lo único que no se cae en otoño son las hojas. Lo demás, está por los suelos y ni la lluvia logra limpiar el panorama. Antes al contrario, dejan a la luz nuestras tradicionales deficiencias para afrontar las vicisitudes climatológicas y las no tan lógicas. Ni el empleo, ni el agua, ni el aeropuerto, ni el AVE, ni la economía sumergida ni la real. Pero sobre todo, la mayor tormenta recae sobre el estado de bienestar, con unos recortes que fulminan el servicio sanitario, educativo y, ante todo, social. Sin rechistar, Murcia padece la más deficiente atención social de toda España, la menor cobertura para las personas que más lo precisan. A la cola de la cola, nada sobre nada, tan sólo el papel mojado de previsiones realizadas al dictado y de discursos vacíos, como quien oye llover.

NOS QUEDA LA PALABRA /  Publicado en La Opinión de Murcia el 27 de septiembre de 2014
Siempre en verano 

Una tormenta de arena me despidió ayer de la playa. El viento posó una capa nueva de finos y uniformes granos sobre el suelo, que no borran los recuerdos ni del último ni de los anteriores veranos. Cien años hubiera cumplido este septiembre mi abuela Josefa, a cuyo regazo vivimos los primeros y adolescentes estíos. Con las calles empedradas, el final de la siega abría las fiestas de San Pelayo. Cohetes, bollos, toros y música aún no de baile dieron paso a los primeros escarceos, el rocío de la madrugada y las rondas interminables de vinos y pitillos. El destino hace que hoy todos de esa cuadrilla estemos perdidos, pero aquellos días y noches aún perviven. Ya con hijos y en esta Vera que nos acoge, la playa tornó de azul y amarillo los verdes prados de Castilla. Nuevos amigos, que parten a sus cubículos cuando acaban los estímulos: el agua sobre la cara, el viento fresco, la sal en la pituitaria y el mismo sonido de fiesta. Largas jornadas de nada, de vagar entre sombrillas, dibujar sobre la arena y terminar novelas de intriga. Hoy desde el wassap un loco ha abierto dos grupos, llamados ambos “Siempre en verano”; que mezcla, como en una orgía de los sentidos, los escenarios y las fechas, Valladolid y Vera, la niñez con la madurez. Sólo el verano y su recuerdo obra el milagro de ayudarnos a pasar y soportar el otoño e invierno de nuestras vidas.