De costa a costra
Es reclamar Murcia la competencia en Costas y emerger todos los grandes
proyectos que tienen sumergidos los alcaldes ribereños. Asoma la punta del iceberg
como un gran y real monstruo marino: espigones, puertos, chiringuitos, paseos
marítimos, viviendas. Suponiendo que las nuevas funciones no hundan aún más el
depauperado tesoro regional, no dejan nada a la imaginación con respecto a lo que
supondrá para nuestro medio ambiente. Hay quien todavía navega con rumbo equivocado,
convencido de que los ataques contra la naturaleza no tienen consecuencias futuras
sobre el bolsillo y, por supuesto, nuestro medio de vida. Ni con un catalejo ven
las causas del encallamiento del Mar Menor. A ninguno de los munícipes que dan
al Mediterráneo ni mandatarios autonómicos, que no sé dónde dan, se les ha
ocurrido adelantar ya que Costas nos servirá para derribar las construcciones
ilegales, prohibir nuevos puertos y reflotar, en definitiva, nuestro territorio,
compatibilizando el desarrollo económico con, y no contra, el medio ambiental.
Allende los mares, Obama ha decidido en los últimos días de su viaje
presidencial regalarnos un acuerdo con China para reducir las emisiones de C02;
presentar la mayor
área protegida del planeta, el Monumento Nacional de Papahānaumokuākea, que
triplica la superficie de España; anunciar que el 50% de la energía que consume
EEUU será limpia; y abanderar un proyecto que pone el acento en la necesidad de
cuidar la tierra. De los finales y herencias de otros presidentes nacionales, que
hace tiempo han perdido la brújula, mejor no hablar. Ya sé que la Región de
Murcia es una gota en el universo y que su Mar Menor es una lágrima; pero
realmente ¿estamos preparados para asumir Costas sin que, al final, se
convierta en costra, otra gran herida abierta para el planeta?
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia domingo 18 de septiembre
domingo, 18 de septiembre de 2016
lunes, 5 de septiembre de 2016
Espacio tiempo
Cuesta arriba se hace el asfalto, como algunos discursos a las 4 de la
tarde que tienen menos audiencia que “Saber y ganar”. Quizá porque el que se
subió a la poltrona sabía que iba a perder. La ingravidez de las vacaciones
choca con la gravedad del día a día. Las nuevas cervezas con limón, precedentes
del también murciano granizado, se tornan en un agrio despertados improcedente,
preámbulo sólo de una viejuna jornada. Eso sí, hay algún valiente que lleva
sintonizado en su interior la balada “quedan días de verano”, intentando
prolongar la sintonía hasta la vuelta o la revuelta. Buenos propósitos para
salir a flote en este espacio tiempo donde, como diría mi primo Elías tras
descubrir a Einstein, todo está en movimiento aunque el ojo no lo perciba: el
crucero que navega, los alegres turistas que practican largos en su azul piscina
y el pescador que lo observa todo desde la orilla. Prometo sumergirme en la
ciencia hasta desactivar la explosiva teoría de la relatividad, aunque
ciertamente no voy a fenecer de apnea. Yo, que estoy a miles de años luz del
científico alemán, sólo observo inmovilismo. Nuestro AVE ha frenado aún más su
vuelo. El agua sigue sin llegar. El aeropuerto cuelga el cerrado como único
cartel y hay mares que ya parecen muertos. Anestesiados y repletos de lodo,
nadie alcanza a vez siquiera cuándo comenzó a joderse todo, que diría el
escribidor Vargas Llosa. Agarrados al fondo, aún vendrá Albert a intentar
descubrirnos el paraíso, la grandeza del tiempo que transcurre aunque nosotros,
-con la pericia de todos los que, desde arriba, intentan que miremos hacia otro
lado- no lo veamos. Y más jodidos iremos si se cumple el dicho del también
admirado Rafael Ferlosio: ´Vendrán más años malos y nos harán más ciegos”. Esperemos que pase el síndrome postvacacional,
pero más que pasajero lo de Murcia ya parece una enfermedad crónica.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia 5 de septiembre
LA OPINION DE MURCIA
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