domingo, 19 de febrero de 2017

Carnaval carnaval

No me negarán que si hay una fiesta que va ganando espacio y adeptos cada año es el carnaval. Aunque google se empeñe en recordarnos a qué está dedicado cada día que amanece,  hay quienes osamos no hacer caso ni al santoral, dedicando a los presentes y a los futuros que todos los segundos sean Navidad o San Valentín, cuando no un motivo para luchar contra el cáncer o a favor de la igualdad. Por el momento, y sin proponérnoslo, la mascarada se cuela en todo el calendario. No respeta ni el rojo ni el azul del almanaque. Empezó en enero con la toma de posesión de Trump; continuó con los congresos de nuestros principales partidos políticos, a falta de disfrutar con  la comparsa del PSOE;  y ha concluido esta semana con la chirigota judicial del caso Noos, por no hablar de otras escenas dantescas más domésticas. Ello no quiere decir que el espíritu crítico y ácido de esta festividad se pueda, asimismo, mantener durante todo el año. Una cosa es que nuestra actualidad invite a la copla y otra que haya valientes para entonarla, por lo que el pueblo pasa de la sorpresa inicial a pasar de todo, aunque se incendie el querido Banco de España. Sobran argumentos y buenas rimas, pero faltan narices para desafiar la métrica que nos impone la vida cotidiana. Ya no quedan versos libres. Aquel que se mueve es sólo para mirar para otro lado, como mandan los cánones. Así que búsquense un buen disfraz, el de presidiario está de moda, y aprovechen a cantarle las cuarenta al poder. Ellos, si los jueces no lo impiden, tienen el derecho a desbarrar durante todo el año, pero nosotros apenas un respiro y cada vez más corto pues ambas circunstancias son inversamente proporcionales. Cuanto más nos agachamos más se nos ve el culo. La vida es un carnaval, pero pasados estos días sólo nos podremos reír de janeiro.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia

domingo, 12 de febrero de 2017

Hola troncos
Imágenes integradas 1 
No descarto en algún momento abrazarme a un árbol, tal y como he visto por ahí a algún amigo de mi grupo senderista amante de la arboterapia, que encuentra así consuelo mientras al resto nos desespera de tanta espera. Yo particularmente prefiero sentir otros latidos, pero es cierto que los pinares forman parte de mi infancia vallisoletana. A por algún nido me he subido y hasta me animé en una ocasión a tirarme en tirolina entre uno y otro ejemplar  haciendo el mono, que también relaja. Me parece estupendo, por tanto, que el Grupo Popular haya planteado una proposición de ley del Patrimonio Arbóreo Monumental de la Región. Mientras poda otros derechos preservará a los árboles. Igual  ellos lo que mamaron en su niñez es el célebre dicho “el que a  buen árbol se arrima buena sombra le cobija”. Un refrán que constituye todo un modo de vida. Quizá por eso es entrañable la foto de un buen número de diputados populares a la sombra de una de los grandes árboles que se han salvado de la depredación urbanística en nuestra Región. No seré yo el que insista en unir sombra, política y urbanismo. No buscaré ramificaciones de ningún tipo ni varearé la plaga de la corrupción,  pero quizá la maravillosa iniciativa para salvar los árboles les impida ver el bosque. Necesitaría todas las hojas de este periódico para narrar lo que se arrancado de raíz cuando precisaba de tanta protección o más: educación y sanidad públicas, contratos dignos, pensiones de calidad, igualdad, libertad de expresión, libertad a secas, cultura, medio ambiente, atención a las personas dependientes, lucha contra la pobreza…etcétera. No pido peras al olmo ni voy a soñar con que los árboles se conviertan en amables monstruos que abran los ojos a los que viven instalados en su copa particular; pero, al menos, no nos ofendan con bucólicas imágenes de ecologistas de salón. Aquí lo que falta es más madera y cuidar el árbol del estado de bienestar, que ese sí está en peligro de extinción.
Publicado en La Opinión de Murcia el 12 de febrero de 2017

domingo, 5 de febrero de 2017

El milagro de Fátima
 
Hacía un mes desde la nochebuena pero como si lo fuera. No todos los días se recibía una carta de una ministra, Fátima, anunciando a su abuelo que le subían la pensión 0,40 céntimos y felicitándole por ello y por el nuevo año. Todo un milagro en medio de las decenas de sobres con deudas y publicidad que se recibían en su buzón a lo largo del año. Qué simpática y amable la señora, ayudando a que la pensión sostenga a toda mi familia. Tampoco había sido mala la jornada para su padre, pues tras una semana en barbecho le habían cogido para trabajar a destajo en los campos de Murcia. Había merecido la pena pasar toda la noche en vela para llegar pronto al casting de los capataces en la Plaza Mayor del pueblo. A cinco euros la hora, sin contrato y con maltrato, muy pocas veces podía subir a la siniestra, a la vez que anhelada, camioneta que se perdía por los caminos. Yo también me siento afortunado tras recibir la llamada del dueño del bar. Este fin de semana me sacaré 50 euros por trabajar viernes, sábado y domingo. No es mucho, pero me podré tomar unas cuantas cocacolas. Ojalá todas las noches fueran como ésta, iluminada con tan refulgentes noticias. De estrellados a ver las estrellas. La nave va…Hemos encendido, incluso, un poco la estufa para caldear la cocina y ahora nos disponemos a probar las viandas como los ricos, que cenan ligero. Sólo falta que cuando encendamos el televisor nos informen que el Producto Interior Bruto ha crecido más del 3% y que el empleo lo ha hecho en mayor proporción. ¡Qué se pare el mundo! me dan ganas de gritar antes de entrar en el espacio de los sueños, donde todos tenemos un trabajo en condiciones para poder compartirlo con la familia. 
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia domingo 5 de febrero