Luces de emergencia
Con las luces navideñas horadando mi ventana, inyectando a
la habitación el frío “azul municipal” que despiden; pienso en las hogueras de los
que sólo se mantienen por la llama de la solidaridad. Entrevelo también los
interruptores en off que condenan a la multitud que vive por debajo del umbral
de la pobreza, que no tiene ningún enchufe al que asirse. Achicharrados por la
crisis y por un recibo que rompe sus pocos hilos de subsistencia, el único calor
navideño lo obtienen del contacto con sus seres queridos, aquellos que aún no
son las sombras zigzagueantes que proyectan las velas en su recuerdo. Sus
bancos son los de alimentos y los que les cobijan, junto a su cajero, en las
gélidas noches navideñas. Comparten el consumismo porque disponen de más
cartones, aunque, a cambio sufren la reducción de la comida caducada, pues todo
se vende. En algunos lugares menos
inhóspitos, como Andalucía o Cataluña, nadie en invierno se quedará sin
suministro eléctrico. Aquí, en la Región de Murcia, el tiempo es agradable.
Perdida ya la estrella de los sueños y con todos estrellados, sólo nos queda
disfrutar, junto a Max Estrella, del esperpento de un Gobierno que, a pesar de
sus pocas luces, está al servicio de las eléctricas. Lo que ocurre es que él,
que daba su vida por cuatro perras de carbón y se movía entre luces de bohemia,
estaba ciego… ¿Y nosotros?
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia 20 de diciembre de 2013