sábado, 30 de enero de 2016

Laberinto

En el laberinto, el minotauro -que en nada se parecía ni a la inocente vaquilla de Fran Rivera ni al ingenioso Kukusumusu que ha acabado con su creador- es el rey.  Cuenta la mitología que con cierta periodicidad, quizá cada cuatro años, recibía a 14 jóvenes para su voraz alimento. Igual número que los partidos que están entrando durante estos días en la Zarzuela para mostrar su capacidad de sacrificio por el bien común. Se busca un Teseo y una Ariadna, que no Susana, que sean capaces de aceptar el reto de tender el hilo a otros guerreros. Capaces de, entre todos, desenredar la madeja en la que estamos inmersos y en la que el reciente pasado nos ha envuelto. No parece suficiente imitar a don Tancredo, aquel torero valenciano, con perdón, que esperaba al morlaco a la salida del toril, en medio del coso y encima de un pedestal al modo de una estatua, confiando en pasar desapercibido y, por tanto, evitar las cornadas de la dura realidad. Encaramado a su columna, como lo dibuja el amigo Peridis, no corta el mar ni vuela ni, con el polvo del albero, mancha sus suelas, con unos lances que sólo provocan trances. Mientras tanto, en las plazas de segunda, como en la Región de Murcia, se jalea al aún maestro y se desconfía de los que piden la alternativa, con rejones ajenos y propios desde las diferentes cuadrillas. Sin enmendar su postura, que no el presupuesto, con la fiesta nacional como bandera de esta tierra tan torera, reclaman las dos orejas y el rabo o, lo que es lo mismo, un gran pacto del PP y PSOE con Ciudadanos, sin sitio para cuatro en el cartel pinturero. El público de sol, afortunadamente, espera que no haya paso doble ni becerril triada sino un valiente capaz de coger el toro por los cuernos y de ponerse el mundo por montera. Suerte maestro y olé.

domingo, 24 de enero de 2016

Góndolas en La Manga
 
Por fin un Gobierno que mira al futuro. La Manga tendrá autobuses náuticos, al modo de los vaporetos de Venecia, como precedente de su posible inundación como consecuencia de la losa de la construcción, el abandono y el inevitable cambio climático. Para el que lo quiera mirar con otros ojos más festivos o carnavaleros, ya puede soñar con las góndolas en una localidad abierta en canal. Ambas son singulares y decadentes, pero mientras Venecia transforma ambos adjetivos en su mayor atractivo; La Manga no los convierte en nada. Si la italiana está cargada de historia que reluce en sus fachadas; nuestro paraíso ha permanecido siempre en el olvido, sin ninguna atención en el pasado ni en el presente, pergeñando un futuro apocalíptico. Ya Europa la dio por perdida hace un lustro cuando buscaba paisajes para regenerar en nuestra costa. La inversión se fue al Levante almeriense. Ahora se llama de nuevo a los fondos europeos para resucitar la sangría de nuestra mejor postal, diseñando paseos marítimos ya imposibles como demuestra que a la misma vez se compran embarcaciones para que los viandantes afronten el recorte terrenal. Bien es verdad que la Plaza Bohemia no es la de San Marcos ni el Puente del Estacio el de Rialto, pero ni Venecia podrá igualar la belleza de navegar entre dos mares entre los restos de altos edificios y urbanizaciones imposibles. Y entre dos alcaldes, que ahí es nada. Nadar y no salir a flote ante tanta estulticia. Programas y planes, mesas redondas y cuadradas, consejerías y direcciones generales se han turnado en busca de un lema y de una imagen de Murcia para atraer a los turistas, sin caer en la cuenta de que una inversión sostenible y la dotación de unos mínimos servicios sobre un paraje inigualable, como es La Manga, les hubiera enamorado. Ahora busquen los gondoleros y malos casanovas, vendedores de humo, otros rincones y destinos, que ya La Manga se hunde en la agonía; aunque, como diría Thomas Mann, nuestro corazón se llena de alegría al contemplarnos tan cerca de Venecia.  
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia

sábado, 16 de enero de 2016

Mad Max Murcia
 
Son unos linces. El ministerio de Defensa de Inglaterra predice que Murcia será, en 2035, una zona de conflicto en Europa por la escasez de agua. Llevamos tropecientos años así y la Reina Madre nos augura otros tantos, condenando las portadas de nuestra actualidad diaria el agua que no tenemos. Sea por el memorándum aprobado con gran regocijo por nuestros próceres, que eleva las reservas hasta impedir el trasvase; o por el delirium que provoca el temita del agua en la España del Norte nos dibujan un futuro como la mojama. Hasta tal punto que, al modo del viejo Oeste, este Este, que es el nuestro, dilucidará bajo el sol su sed física y de justicia. A garrotazos terminamos, hundidos entre la arena del desierto para buscar agua mientras el resto de europeos sólo mantendrá en su recuerdo nuestras frutas y hortalizas.
Los amigos de COAG poco tienen que ver con los hijos de la Gran Bretaña y no me refiero a que tengan rastas o desprecien la majestuosa peluca de los lores, pero ya vienen advirtiendo que el principal problema de nuestra Región es el avance de la desertificación. Prueba de que es el quid de la cuestión es que no aparece en ningún programa electoral ni de Gobierno. Un desierto que cabalga azuzado por el cambio climático, la despoblación del medio rural y, en un totum revolotum, la escasez hídrica. Sí Mel. Mel Gibson. El problema no va estar, como relata Mad Max, en Australia y con el petróleo, que ahora hay a raudales y a un precio inferior que el que pagan nuestros regantes por el oro líquido. El mogollón estará aquí en Murcia, con las tribus luchando por sobrevivir entre las dunas, con un lorenzo hiriente y sin una gota siquiera de sudor. Sin posibilidad de escapatoria en una vuelta a la antigüedad a la que nos conduce el llamado progreso y convirtiéndonos, a nivel continental, en una bomba de relojería que ríete tu del coreano Kim Jog-un.

NOS QUEDA LA PALABRA / LA OPINIÓN DE MURCIA