¿Existe Murcia?
Una vez avistado Plutón, sólo falta que los investigadores,
la NASA, algún dron perdido o, incluso, un ser del espacio exterior descubra
Murcia. No hay forma de que los
respectivos y atractivos hombres y mujeres del tiempo nombren en sus lindas
bocas el nombre de Murcia. Como bailarines con azogue por los azotes de la
carolina nos tapan del mapa mientras se marcan y pasan de la jota valenciana al
flamenco andaluz. Y cuando asomamos no es en ese espacio más visto aún en
verano sino en la negra página de sucesos. Hay que ver el dinero que se gastan en
llamadas nuestros familiares cuando salta la alerta en algún telediario:
asesinatos, accidentes, terremotos y demás noticias dignas del ya desaparecido “El
caso”. ¿Estás bien?, me preguntaba mi madre antes de venir la primera vez a
estas tierras para ver si existía realmente Murcia. ¿Pero cómo se han venido
ustedes tan lejos?, le espetó a mi primer redactor jefe. Hasta a la 1 y, por
supuesto, el resto de medios nacionales, se olvidó citar a Murcia como una de
las siete capitales de provincia donde se mantenía la alcaldía del PP, aunque
igual todos lo daban ya por hecho. Hay murcianos que dudan de si Alicante está
más cerca o no de Madrid en automóvil. En AVE y avión la respuesta es sencilla.
Igual de simple que concluir cuál es la calidad de las playas de las
comunidades vecinas y las de la Región de Murcia aun cuando ningún territorio
de España tiene enclaves naturales tan bellos y únicos como La Manga y el Mar
Menor. A la sombra de las grandes agencias de viaje, al frío de la escasez
presupuestaria y a la oscuridad de las insulsas campañas promocionales, Murcia
tiene en el turismo el gran tesoro sumergido. Luego basta con poner un cero más
y aprovechar el fuego que sufrimos para retorcer las estadísticas y anunciar,
como cada año, récord de visitantes. Más o menos como en este mes Plutón.