martes, 21 de julio de 2015

¿Existe Murcia?

Una vez avistado Plutón, sólo falta que los investigadores, la NASA, algún dron perdido o, incluso, un ser del espacio exterior descubra Murcia.  No hay forma de que los respectivos y atractivos hombres y mujeres del tiempo nombren en sus lindas bocas el nombre de Murcia. Como bailarines con azogue por los azotes de la carolina nos tapan del mapa mientras se marcan y pasan de la jota valenciana al flamenco andaluz. Y cuando asomamos no es en ese espacio más visto aún en verano sino en la negra página de sucesos. Hay que ver el dinero que se gastan en llamadas nuestros familiares cuando salta la alerta en algún telediario: asesinatos, accidentes, terremotos y demás noticias dignas del ya desaparecido “El caso”. ¿Estás bien?, me preguntaba mi madre antes de venir la primera vez a estas tierras para ver si existía realmente Murcia. ¿Pero cómo se han venido ustedes tan lejos?, le espetó a mi primer redactor jefe. Hasta a la 1 y, por supuesto, el resto de medios nacionales, se olvidó citar a Murcia como una de las siete capitales de provincia donde se mantenía la alcaldía del PP, aunque igual todos lo daban ya por hecho. Hay murcianos que dudan de si Alicante está más cerca o no de Madrid en automóvil. En AVE y avión la respuesta es sencilla. Igual de simple que concluir cuál es la calidad de las playas de las comunidades vecinas y las de la Región de Murcia aun cuando ningún territorio de España tiene enclaves naturales tan bellos y únicos como La Manga y el Mar Menor. A la sombra de las grandes agencias de viaje, al frío de la escasez presupuestaria y a la oscuridad de las insulsas campañas promocionales, Murcia tiene en el turismo el gran tesoro sumergido. Luego basta con poner un cero más y aprovechar el fuego que sufrimos para retorcer las estadísticas y anunciar, como cada año, récord de visitantes. Más o menos como en este mes Plutón.

sábado, 11 de julio de 2015



Sin boinas

Ríase de los paletos. Los programas de cotilleo, las películas de tópicos y los concursos con animales rompen los registros de audiencia en plena despoblación del medio rural.  El desprecio a lo pueblerino -que define el diccionario tanto como perteneciente a un pueblo pequeño como persona de poca cultura- nos lleva a los urbanos a sentirnos superiores. Un sentimiento que crece desde que en la Edad Media los más osados abandonaron el campo empujados por las máquinas agrarias y por sus homólogas industriales que acogían las nuevas ciudades. “Ocho apellidos vascos” o similares series enológicas sucedáneas reducen la rica diversidad a la risa floja o a la carcajada contra lo diferente. Prepárense a retorcerse sin racanería del seny catalán en una nueva secuela pues seguro que en la taquilla cuela.
Tanto recochineo como el que genera un oso tocando la flauta o la mierda sobre la que intentan salvarnos los programas de cotilleo. El circo siempre ha tenido su público, pero el de peor calaña, que ridiculiza a las personas y a los animales, siempre se había achacado a las aldeas más retrasadas. En las ciudades no se cotillea ni se aplaude la cabra malabarista. Nosotros somos más finos, pero el share nos descubre los peores instintos. No es el campo ni la naturaleza lo que nos embrutece, como diría Rousseau, sino el empeño en reducirlo todo al tamaño de la telebasura o al comentario fácil, sin más ideas ni sustancia. Desde la casa de adobe de Siete Iglesias de Trabancos, un pequeño pueblo de Valladolid donde llegaba La Opinión para disfrute de mis padres y abuelos, donde sobreviven mis mejores recuerdos miro al cielo y pienso en los buenos momentos compartidos, seguro de que la tontería es lo primero que emigró.
LA OPINIÓN DE MURCIA / NOS QUEDA LA PALABRA 11/01/2015

miércoles, 8 de julio de 2015

Son gigantes

Bienvenido a mi mundo amigo Sánchez. Me alegro que la lectura de los programas electorales y de las encíclicas papales, más el trastabillo que recibiste en la última lid en el campo de batalla de los municipios y de tu autonomía, te hayan sido tan provechosos como a mí el disfrute de los libros de caballerías. Has tenido que caerte del burro, empujado por los queOS  creías enemigos, para armarte de valor y compartir ahora el reto de vencer a la cruda realidad para dar a luz a los mejores ideales. Mira ahora conmigo la inmensidad de esos gigantes, embrutecidos por el desprecio de los que son tus correligionarios. El que se llama pobreza apenas tiene dientes, pero refleja nuestro peor rostro y triste figura; observa el que se denomina desigualdad, cuyos efectos amenazan todo nuestro Estado de Bienestar; y no te digo yo el que, al grito de corrupción, se revuelve con furia para acabar con los cimientos de la democracia. Enfúndate de este yelmo y toma prestada mi espada mientras yo mantengo en alza la lanza. No tenemos más armas ni adargas, pues las alforjas no sólo están vacías sino roídas por las deudas. Soy consciente de lo difícil que es para un diestro empuñar la izquierda, difícil y peligroso a ojos de la religión, pero  merece la pena el esfuerzo si te espera el reconocimiento y el amor de nuestras dulcineas. Desecha de una vez los refranes populares y abre la mente a nuevas aventuras y andanzas, amigo Sánchez. En este lugar de Murcia, donde nos cubre una inmensa mancha, la ilusión y la voluntad de cambio es suficiente para iniciar el camino. Nuestro enemigo es el duro día a día, pertrechado con el olvido y menosprecio que siempre ha sufrido esta tierra, pero seremos capaces de levantarnos una y mil veces si lo que nos mueve es el bien común, no el interés particular de los que bien conoces.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia 6 de julio de 2015