domingo, 30 de abril de 2017

Por herencia
 
No me extraña que el nuevo presidente de la Región de Murcia esté tan interesado en suprimir el Impuesto de Sucesiones. Declarado a sí mismo como hijo putativo del anterior, no es ninguna broma asumir, como heredero, la apabullante deuda de la Comunidad de Murcia, a la cabeza de la lista de los morosos del, afortunadamente, simpar Cristóbal Montoro. Líderes en déficit aunque la inversión o los gastos brillen por su ausencia. Esto es, en un triple mortal hacia atrás y sin manos, los recortes no solo nos provocan terror sino que, además, no logran reducir los, con perdón, números rojos por muchos equilibrios que se hagan. Además de apaleados, cornudos. Desde el 2008, la pobre Murcia ha pasado de una deuda que representaba el 2,68 del PIB a una que ya se come el 29%. Ni los hijos ni el amigo viudo de la Duquesa de Alba pagaron tantas Sucesiones como corre el peligro de soltar el nuevo inquilino de San Esteban. El hombre, que da la impresión de que nunca podrá estar sólo ante el peligro, no sólo quiere aniquilar la tasa sobre las herencias sino que, ya que estamos, ha prometido rebajar todos los impuestos. Trump se nos ha adelantado esta semana decretando la mayor rebaja fiscal para las grandes fortunas y empresas en Estados Unidos, pero nosotros estamos dispuestos también a condonar su contribución tanto en vida como después de muertos. Al fin y al cabo, a quién le interesa que Murcia sea una de las regiones con mayor desigualdad y pobreza o que sufra el deterioro de sus servicios públicos sanitarios, educativos y de atención social. Reducir impuestos es verdad que nos ayuda a marchar antes a la otra vida, pero también convierte cualquier discurso en un testamento y toda persona tiene derecho al lucimiento. Si lo que nos espera es menos redistribución pública de la riqueza, que es el deber fiscal de cualquier administración que sirve al conjunto en vez de a una élite, vamos a tener muy difícil salir del hoyo. Eso sí, siempre habrá plañideros para glosar la ingesta de esos pocos.

domingo, 23 de abril de 2017

Otra ronda
¡Será por dinero! ¡Qué corran y vuelen los euros del erario público al bolsillo del mandatario y partido de turno, con la colaboración de las grandes empresas privadas!  ¡Tomen sin pudor de sanidad, educación, formación o de la dependencia! ¡De la factura eléctrica, gas, agua o combustible! ¡De nuestra nómina o de la exigua bolsa de la compra, no tengan reparo! ¡Recorten y corten las costuras del Estado de Bienestar para hacerse un traje a medida de su ambición! ¡Aprovechen el olvido, la falta de compromiso y la afiliación ciega! ¡A manos llenas! ¡Y no lloren que a nosotros no se nos cae ni una lágrima ni una gota de cabreo, tan sólo las babas! ¡Posadero, otra ronda para los alcaides que a nosotros no nos importa! ¿Verdad que no?,  clama El Quijote en el desierto junto a sus alforjas siempre yermas. El bueno de Mendoza, el bueno,  ha  convertido su pluma en irónica lanza tras recoger el Premio Cervantes; mostrando su perplejidad, temor y descontento por la deriva a la que conducen al mundo las personas supuestamente sensatas, aquellas que nos intentan hacer tragar con ruedas de molino. Dice el autor de “La ciudad de los prodigios” que el manco de Lepanto, que no lo era, demostró que “todo es posible”, certificando que fue un hombre adelantado a unos tiempos, los nuestros, donde los argumentos se retuercen hasta hacernos desear ser jumentos. Hoy es el Día del Libro, sumergido ante tanta pillería ajena e ignorancia propia. Sólo a través de ellos, de sus afiladas hojas, es posible encontrar una realidad paralela, abandonando ésta, para lelos. No lo olviden. Los libros y el teléfono fijo, ambos en peligro de extinción, son nuestra mejor posición quijotesca frente a los monstruos, que más parecen caballerías.

domingo, 9 de abril de 2017

Vía Crucis
I.                   Primera estación. Como sea la de Renfe en Murcia el calvario empieza pronto, aunque al menos no pasaremos del suelo porque no hay peligro de soterramiento.
II.                Segunda estación. Si seguimos con la de autobuses de Murcia el camino se  empina aún más.
III.             Tercera estación. Los presupuestos nos traen contrición, pero no perdemos la esperanza, tal y como se demuestra en cada cita electoral.
IV.             Cuarta estación. La nueva presidenta del PP de Valencia pide “justicia para mi tierra” a Mariano Rajoy tras ser elegida. Nosotros preferimos la fe y el silencio propio de estas fechas, aunque el martirologio se premie después de muerto.
V.                Quinta estación. El presidente del Gobierno comienza a recordar cómo se pronuncia Murcia tras 45 días de amnesia.
VI.             Sexta estación. Percibimos que fuera de Trapería y la Gran Vía hay vida. Tanta vida que, incluso, pretenden resucitar el Mar Menor. Dios les oiga.
VII.          Séptima estación. Agricultores y vecinos unidos por el medio ambiente. Esto sí que es un cambio climático.
VIII.       Octava estación. El que también ha resucitado es Zapatero, que ha dejado el testigo como demonio al tripartito.
IX.             Novena estación. Tripartito no, pero yo no voy a renunciar a la tarta de tres chocolates.
X.                Décima estación. El Papa dice que el mejor ayuno de Cuaresma es pagar salarios justos, en blanco y cotizando a la Seguridad Social, que los mercaderes no entrarán en el reino de los cielos por muchas oraciones y donaciones que realicen.
XI.             Décimo primera estación. Al conflicto de Murcia le ha sucedido el de Gibraltar. Dos temas rocosos, sin duda.
XII.          Décimo segunda estación. Algunos humoristas nacionales exclaman socarronamente que cambian Murcia por Gibraltar. Aquí no hay picardos, pero sí pícaros y picardías y no sólo en Lorca y Abarán.
XIII.       Décimo tercera estación. ¿Será todo postverdad?
XIV.       Décimo cuarta estación. Vacaciones. Amigos, libros, cañas, playa, montaña.
Nos hacen faltas unas vacaciones como Dios, pero no se preocupen que será un mero paréntesis en nuestra apasionante actualidad. A vivir que son dos días, así que bájense en la última.