Llamémoslo X
Lamento señor Dijsselbloem que tenga atragantados a los países del Sur,
un nido de putas y alcohol en sus sabias palabras. Nosotros, para comenzar,
también nos atoramos cuando intentamos pronunciar su nombre o comprender su
cargo, pues nunca hasta ahora habíamos escuchado entre los Pigs (acrónimo de
Portugal, Italia, Grecia y España) que había un Eurogrupo y, por tanto, un
director. Somos tan burros que, incluso, algunos de nosotros hemos ido a su
país, a la bella Holanda, en busca de marihuana y a contemplar en los escaparates
la carne de sus prostitutas cuando, de hacerle caso, no nos habría hecho falta
salir de casa. Aquí, en Murcia, tenemos hasta holandeses a los que,
ciertamente, se les ha olvidado enseguida su espíritu calvinista. Ya sabe, como
diría Weber, si me permite la cita, personas íntegras con un comportamiento
racional que no se cansan de rendir en el trabajo y de ahorrar cualquier tipo
de gasto. Si por ellos fuera trabajarían de forma incansable para ganar,
incluso, terreno al mar, como la propia
Holanda. Siento señor X -déjeme que le llame así para no asfixiarme en este
artículo, que me sale de lo más profundo de un gin tonic- que sus compatriotas,
a la primera de cambio, se hayan contagiado de nosotros y se comporten, por
tanto, como cerdos. Una amiga ha sido testigo de la fiesta de cumpleaños de uno
de estos jóvenes impronunciables. El colega se gastó 600 euros en alcohol para
celebrar su onomástica, que cerró estrellando sandías en las habitaciones de su
piso de estudiante. Ya ve cómo está la juventud. Los jóvenes del sur se mueren
de hambre y los de centroeuropa de quemar los euros. Y no es que yo quiera
señor X que alguno de nuestros ministros, como el señor Guindos, le suceda en
la silla; pues, con toda seguridad, nos sumergiría aún más aún en el alcohol
para ahogar las penas. No, lo que a las tribus del sur nos gustaría es que se desterraran los tópicos
y, ante todo, se acaben las desigualdades entre la zona vip y los vagones de cola
de Europa. A mandar.