domingo, 22 de abril de 2018

Canas
No creo que hayan sido las bajas pensiones ni, por supuesto, pasiones lo que ha llevado a nuestro presidente de la Comunidad de Murcia a incorporar a dos jubilados al Gobierno regional. El púber Fernando López Miras ha dado un gran paso al frente, aunque no sabemos si lo hace frente al abismo de las encuestas, y se ha enfrentado a su generación, que considera “viejuno” todo aquello que frisa con los cuarenta. Ya nadie ve la 2 ni las películas en blanco negro ni recuerda lo denostados sonidos del teléfono fijo o de la música clásica. El “comando del biberón” que pulula por la Región pretende un cambio generacional brusco en todas aquellas instituciones y organizaciones que se pongan a tiro y desde las que, evidentemente, se pueda disparar contra todo aquello que, paradójicamente, suponga modernidad. Cambio por remozar la fachada, pero no para construir una nueva sociedad más justa e igualitaria. Antes al contrario, sus preceptos se reducen a reducir la libertad al ámbito económico. Ante tal deriva conservadora, yo me considero cada vez más joven y aplaudo la incorporación de los que algunos podrían considerar dinosaurios, los consejeros Fernando de la Cierva y Patricio Valverde. No son los años, como tampoco lo es el sexo, lo que otorga o no aptitud y actitud. Igual se convierten en las estrellas del nuevo Ejecutivo, sobre todo Patricio. El único miedo que tengo es que ni el de Hacienda llegue a ver las cuentas equilibradas; ni el de Fomento pueda esperar mucho más a la llegada del AVE. Larga vida para ellos y para el resto. También para los que salen que, seguro, recibirán buenos y nuevos trabajos como anestesia, no como aquellas jóvenes obligadas a abortar prematuramente en la Región de Murcia, que lo hacen con todo el dolor. Eso es lo que tenían que estar mirando los del “comando del biberón” y no otras paridas.
NOS QUEDA LA PALABRA / LA OPINION DE MURCIA. Domingo 22 de abril

domingo, 15 de abril de 2018

Guau
Ya estoy en la lista de espera para adoptar a Chico, el perro alemán que mató a su dueña y a su hijo. Las peticiones de firmas allá para su indulto, que superan las 200.000, se cruzan con las que reclaman aquí el mantenimiento de la prisión permanente revisable. Las que parten de Alemania aducen que el pobre clan ha sufrido maltrato; las que se generan en España no tienen en cuenta ninguna consideración social que motive el delito.  No seré yo el que cuestione que a los perros haya que tratarles como personas, pues no quiero ser acusado de enaltecimiento del terrorismo; pero quizá a los humanos, que no dejamos de ser también animales, también habría que aplicarles la eximente social antes de condenarlos. Uno de cada tres murcianos viven como perros, en riesgo de pobreza extrema. Y extrema será la condena que se les impondrá por cualquier pequeño hurto. A tenor de las primeras páginas de nuestros periódicos, Murcia es una sucesión de sucesos sin fin. De la terrible violencia machista a los ajustes de cuentas brutales, cuando no campo de ensayo para ladrones. Si en las alturas, Murcia está a punto de quedarse, por agotamiento, sin los llamativos nombres que adornan cada caso de corrupción; en el suelo y en el subsuelo son muchos los que no dan crédito por la cantidad de hechos delictivos que ensombrecen aún más la actualidad. Igual no es suficiente con recolectar firmas, la acción de una justicia que no es igual para todos o, por supuesto, la cadena perpetua  que algunos nos intentan imponer soliviantando nuestros instintos más primarios. No hace falta tener el olfato de un sabueso para comprobar que a mayor pobreza y desigualdad económica y de oportunidades le corresponde una sociedad con más número de delitos y, asimismo, intolerancia.
NOS QUEDA LA PALABRA / 15 de abril de 2018 en La Opinión de Murcia

sábado, 7 de abril de 2018


Qué siga la fiesta

Este año no me lo pierdo aunque la lluvia que nos anuncian nos obligue a poner el paraguas al revés de lo que es habitual en el Entierro de la Sardina (*), dando un toque aún mayor de sinsentido a estos días, ya que aquí no cae nunca una gota y cubrirnos nos impedirá recoger los pitos y demás tesoros. La ocasión lo merece y si es necesario saltar tanto como Cristiano Ronaldo levantaré la pata para coger alguno de los miles de títulos de máster que han anunciado los sardineros que lanzarán desde sus carrozas. A la vista del comportamiento de algunas personalidades que los atesoran y de las universidades que los otorgan; igual no es un bien tan preciado como el balón, pero siempre lucirá bien en mi despacho o en mi currículo si decido dar el salto a la política. Además, el cortejo va a ser más lúcido que nunca pues a las pegatinas con la bandera española -que han hecho viral los sardineros en esta edición- se unirán los 300 catalanes que nos visitarán para solidarizarse con los vecinos que reclaman el soterramiento de las vías, allá donde los adornos florales brillan por su ausencia. Ya me veo a las brigadas esteladas y armadas con bolsas de pipas para nerviosismo de las fuerzas de orden público, que deberán vigilar ante todo que no aterrice desde Alemania el terrible Puigdemont, que competiría de tú a tú con el célebre dragón oriental de nuestro desfile a la hora de echar fuego por la boca. Los que, a pesar de todo, sí llegarán a tiempo son los elefantes que, emulando a Aníbal, evitarán cualquier incursión cartagenera en nuestro festejo murciano más murciano. Nuestro Rey emérito vigilará desde la torre de la Catedral que los paquidermos no provoquen ninguna estampida. A manotazo limpio ante tanta tribu y fauna se abrirá paso también nuestra princesa Leonor, pero esta vez para inmortalizar el momento junto a su hermana y su abuela Sofía, que han sido invitadas a asistir a nuestro gran acontecimiento. Letizia, que no ha sido invitada, ya ha amenazado con asaltar una carroza para, en contra de las reglas y de la nula cuota femenina, lanzar con fuerza objetos contundentes. El rey no vendrá porque los reyes son los vecinos y el alcalde y los vecinos son los reyes aunque sólo eligen al alcalde…ya saben. Todo de traca. Qué siga la fiesta.

NOS QUEDA LA PALABRA / LA OPINIÓN DE MURCIA

(*) Para los que no son de Murcia se trata del desfile que cierra sus fiestas, que logra reunir a un millón de personas en la calle. Está formado por grandes carrozas de las peñas o grupos sardineros, desde las que se lanzan juguetes y los muy apreciados balones. El público abre sus paraguas al revés para recoger el máximo de regalos. El cortejo lo abre un espectáculo carnavalero de varios grupos de la Región y otros invitados, con especial presencia de un gran dragón…y el que quiera saber más se celebra el sábado siguiente a la Semana Santa.