domingo, 15 de abril de 2018

Guau
Ya estoy en la lista de espera para adoptar a Chico, el perro alemán que mató a su dueña y a su hijo. Las peticiones de firmas allá para su indulto, que superan las 200.000, se cruzan con las que reclaman aquí el mantenimiento de la prisión permanente revisable. Las que parten de Alemania aducen que el pobre clan ha sufrido maltrato; las que se generan en España no tienen en cuenta ninguna consideración social que motive el delito.  No seré yo el que cuestione que a los perros haya que tratarles como personas, pues no quiero ser acusado de enaltecimiento del terrorismo; pero quizá a los humanos, que no dejamos de ser también animales, también habría que aplicarles la eximente social antes de condenarlos. Uno de cada tres murcianos viven como perros, en riesgo de pobreza extrema. Y extrema será la condena que se les impondrá por cualquier pequeño hurto. A tenor de las primeras páginas de nuestros periódicos, Murcia es una sucesión de sucesos sin fin. De la terrible violencia machista a los ajustes de cuentas brutales, cuando no campo de ensayo para ladrones. Si en las alturas, Murcia está a punto de quedarse, por agotamiento, sin los llamativos nombres que adornan cada caso de corrupción; en el suelo y en el subsuelo son muchos los que no dan crédito por la cantidad de hechos delictivos que ensombrecen aún más la actualidad. Igual no es suficiente con recolectar firmas, la acción de una justicia que no es igual para todos o, por supuesto, la cadena perpetua  que algunos nos intentan imponer soliviantando nuestros instintos más primarios. No hace falta tener el olfato de un sabueso para comprobar que a mayor pobreza y desigualdad económica y de oportunidades le corresponde una sociedad con más número de delitos y, asimismo, intolerancia.
NOS QUEDA LA PALABRA / 15 de abril de 2018 en La Opinión de Murcia

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