Explosivo
No conviene abrir el periódico en tus días libres, con
indiferencia de tu destino. Lo ideal es desconectar, no caer en la tentación
que, para cualquier periodista, supone ojear el diario que se hace un hueco
entre las papas arrugas de un bar perdido de un humilde pueblo de casas blancas,
que desafían la negra tierra volcánica. Mirar para otro lado para no ver que,
de nuevo, la Región de Murcia emerge como
una de las más pobres de España. Lorca, Murcia, Cartagena y Molina de Segura lideran
el penoso ranking de las ciudades y capitales con más de 50.000 habitantes donde
reina la pobreza, según reza el tenebroso titular que se hace eco de un estudio
de la consultora Ais Group. Si en Lanzarote extraen la riqueza de debajo de las
piedras, consolidando su presente y futuro alrededor de la destrucción
ocasionada por las erupciones volcánicas; Murcia dilapida su evidente riqueza
en las manos de unos pocos. Aislados, perdidos de la mano de Dios, que no de la
del recordado César Manrique; uno pisa inestable sus grandes piedras y se
pregunta cómo demonios sobreviven esos canarios, enjaulados en unos pocos kilómetros
cuadrados, la mayor parte de ellos inhabitables e inservibles como consecuencia
del Timanfaya y sus 300 volcanes amigos. Piensa que te piensa…multiplicamos por
trece su territorio y por diez su población. Tenemos una tierra que es la
envidia en productividad agraria y una industria ligada a ella que es también
líder a nivel nacional, sin olvidar el tirón de la actividad turística y una
posición geográfica que facilita el crecimiento. Compartimos la corrupción y el
paro, que son fenómenos de la naturaleza “typical spanisch”. Nos dan, eso sí,
una paliza en turistas, pues multiplican por cinco nuestro millón de visitantes
al año; pero el dato, con ser notorio de la apuesta real por la naturaleza como
un valor seguro, no es suficiente para explicar que los murcianos tengan que
recoger las migajas de gofio que se les cae al suelo. Otra historia es que, tal y como iluminan las
estadísticas, la desigualdad convierta nuestra riqueza en un páramo, que ese
inmenso cráter de fuego y ruina desangre a cientos de familias murcianas, a los
que sólo les queda la posibilidad de comprometerse para renacer de sus cenizas.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia 19 de septiembre.