sábado, 11 de julio de 2020


Paz y amor

A mí este verano no me calientan la cabeza. Gorra. Ni tampoco el oído. Tapones. La nariz protegida para no oler lo que sale por algunas bocas y mis labios cerrados para no caer en la provocación. Mascarilla.

Bajo mi sombrilla, guardando el perímetro de seguridad, procuro responder con un clásico “¿Hola cómo estás?” a los vecinos y conocidos de la playa. Si la conversación pasa de una segunda frase la mía será la también tradicional “¿Hasta cuándo tienes vacaciones? ¿Cuándo te vas?”

No estoy dispuesto a perder un minuto escuchando el argumentario de los que hablan al dictado, soltando como loros la retahíla de bulos o medias verdades que nunca debieron salir de la papelera o del cubo de la basura.

Armado con mis libros, que iré alternando entre novela y divulgación, no levantaré la vista salvo para admirar la inmensidad del mar o el origen de su color.

Yo todo en su conjunto me levantaré para chapuzarme, sumergirme en un reparador baño que elimine todo tipo de caspa, especialmente la mental.

En medio de mi océano, me sentiré ingrávido a pesar de la levadura que moldea mi cuerpo. Volaré, como mínimo, a alguna de las seis nuevas lunas que orbitan mundos de sistemas lejanos. Allí, rodeado de cráteres que me harán temer la vuelta a  la realidad, me instalaré en el vacío. En la última exoluna del más lejano exoplaneta esperando que nada ni nadie me perturbe. 
Allá donde sólo lleguen buenas ondas de un paraíso inacabado donde estará todo por descubrir. Abrir nuevos caminos, conquistar conocimientos junto a los que, eso sí, van siempre conmigo, como mi piel. Huellas indelebles que marcan mis pasos y saltos.

Donde no haya más brazada que dar que el placer de sentirse acompañado estando solo y más golpe que la mano sobre la boya que indica que ya debo volver a la arena.

A la tierra. Donde me espera la emoción de compartir la vida con los míos. También con todos con los que sueño cada día y aún más de noche. Y con aquellos que vislumbran un horizonte con la mirada límpida.

Paz y amor.

NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia 11 de julio de 2020