sábado, 24 de febrero de 2018

Cuartillo
En estos tiempos ser pensionista, ser mujer y ser de Murcia te aboca a no ser. Con la tercera pensión media más baja del país, la brecha en la Región es aún mayor si la condición es femenina. Ojalá que al año de la mujer se sume también el de los jubilados, donde ambos colectivos recuperen la dignidad en su trabajo y en su vida, comenzando por prohibir la carta que el Gobierno de España manda a los segundos para anunciarles un incremento anual que no es tal, pues supone un nuevo descenso en su poder adquisitivo. Ese cuartillo de subida es una vergüenza, que se suma a la nefasta gestión que pone en peligro todo el sistema. Una provocación si se considera que no se trata de una propina sino de la aportación de los propios pensionistas durante años y años de trabajo. Más esclavo aún para las mujeres por los bajos salarios y las lagunas en la cotización, sobre todo por estos lares. Sueldos y contratos de mierda que ahora sufren las/os jóvenes como consecuencia de una reforma laboral que entroniza la precariedad. Y, encima, salen los incendiarios, como la presidenta del Pacto de Toledo de las Pensiones, a insultar a los mayores. La misma que dedica las sesiones y sus emolumentos del Congreso de los Diputados a jugar con la tablet. Y, por supuesto, la solución que nos proponen desde esa bancada siempre es la misma: privatice su ahorro porque el Estado no puede garantizarle que cobrará. Un gran favor a las grandes aseguradoras que es previo al que posteriormente se desembolsará si quiebran. Me duele España, exclamaba Unamuno…nos acongoja la deriva que tan magistralmente dibujó el ya añorado Forges. Si ha de ponerse letra al himno entrará, como en los buenos tiempos, con sangre…la de aquellos colectivos que más están sufriendo la desigualdad y los recortes, que son los que precisamente cualquier democracia moderna debe cuidar más. Va por ellos y por la libertad de expresión, otro signo de progreso amenazado. País.
LA OPINIÓN DE MURCIA / NOS QUEDA LA PALABRA

sábado, 17 de febrero de 2018

Negro sobre blanco
Gracias a la soterrada primavera que disfrutamos en esta tierra el 20% de los hogares que sufren pobreza energética pueden ya respirar sin que se les note el aliento. En este caso, los elementos son más benignos que las armas. Lo que no arregla ni el tiempo ni el trabajo precario es el abismo al que se enfrentan los más de 500.000 murcianos que viven en riesgo de pobreza. Un 35% de la población murciana sufre en sus carnes las garras de la exclusión social, según un estudio elaborado por la Universidad de Murcia, la Comunidad Autónoma y la Red Europea de Lucha contra la Pobreza. Informe que certifica que, en este índice, Murcia supera en seis puntos a la media española. Ya sé que todos los coach, aprendices de filósofos y nuevos gurús nos invitan a disfrutar de los trinos de los pájaros y de los colores de la floración -como los que exhibe Cieza en unos hermosos días llenos de actividades- pero esos cantos de sirena o bucólicos paisajes no pueden ocultar la cruda realidad pues se estaría dando la razón a los que pregonan que la ignorancia es el elemento principal de la felicidad. Un total de 100.000 personas más han entrado en la negra bolsa con respecto a los pobres que sumábamos antes de la crisis, lo que demuestra cómo la austeridad y los recortes han provocado una mayor desigualdad, que no se corrige con el desmantelamiento de los servicios públicos ni con las reducciones de impuestos. Sólo el fin de la precariedad laboral y la redistribución de la riqueza mediante la política fiscal harán posible ir cerrando la brecha, incorporando a los jóvenes y mayores parados. Mientras tanto, más de un tercio de los murcianos están condenados a llevar una vida de miseria, ahorrando hasta en medicamentos y no precisamente antihistamínicos para combatir la alergia primaveral.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia

sábado, 10 de febrero de 2018

Vida inteligente
Tras dos días encerrados luchando con las nuevas tecnologías para atacar con sus powerpoint; las conclusiones de los “influencers” que han participado en Murcia en el Global Congrese denominado “Urban Intelligence” sobre las “Smart Cities” es que el futuro pasa por mayor comunicación entre los vecinos y más medio ambiente. Esto es, que en las nuevas ciudades inteligentes se vivirá como en los pueblos de antes, interactuando con los demás y en contacto permanente con la naturaleza. El espíritu rural resucitará, por tanto, en las estupendas “smart cities”, pero ya sin el carácter peyorativo de considerarnos cotillas. Recordaré siempre a mi abuelo Lázaro cuando, en alguna de sus visitas a Madrid desde un pequeño pueblo de Valladolid, Siete Iglesias de Trabancos, daba los buenos días al conductor del autobús urbano e intentaba entablar conversación con algún pasajero ante su mirada atónita. Un comportamiento que va a ser signo de modernidad una vez que, a ver si es verdad, se dé por muerta la glorificación del individualismo que nos impone la vida en una gran ciudad. Otro abuelo no menos entrañable, nuestro centenario Tío Juan Rita, también tiene su fórmula que, en los pueblos, es un secreto a voces: café, puro y copa con los amigos tras una buena comida. Medalla de oro para él. A los hasta ahora denominados pueblerinos tampoco se les cae la marinera e incluso uno de ellos ha inventado unas rosquillas 3D para que a los de la ciudad no nos manche la camisa. Algunos de cualquier forma son unos adelantados, pues ya funcionaban sin necesidad de cajeros, igual que en muchos pueblos del medio rural que han perdido la oficina bancaria. Ya no tienen sucursal, pero ganarán la ciudad…así que ya es hora de comprarnos una butaca cómoda para salir al fresco junto a los vecinos del portal y olvidarnos de otros portales que sólo reflejan nuestra imagen.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia 10 de febrero de 2018

sábado, 3 de febrero de 2018

Amigo Carles
Uno que es de la época de “El fugitivo” tiene cierta cadencia hacia los que huyen y concitan el mayor de los odios. Quizá por eso amigo Carles, Puigdemont para los enemigos, te invito a recalar en Murcia. Recalar quizá sea un verbo no adecuado porque aquí apenas llueve y tampoco quiero que pienses, por otra parte, que aún rige el célebre dicho de “Mata al Rey y vete a Murcia”. En todas las tierras, incluso en aquellas supuestamente más honorables, rigen ladrones por doquier. Desde dondequiera que me leas te animo a que, con la ayuda de Google, por supuesto, establezcas tu ruta hacia Murcia. No desesperes ni intentes que nuestro guía terrenal y también espiritual te establezca un plan de vuelo porque carecemos de aeropuerto. Tampoco vuelvas loco al GPS solicitando billete en AVE. Si finalmente vienes por carretera, ya que sólo Escipión fue capaz de andar desde la frontera a Cartagena, sí es verdad que puedes tomar algunos atajos, que en eso ya sabemos que eres especialista, para alcanzar Murcia o, lo que es lo mismo, el anonimato. NI se te ocurra venir en patera que, de una patada, te lanzan hasta la prisión de Archidona. Una vez puedas exclamar “Ja sòc aquí” te darás cuenta que los medios nacionales no te descubrirán hasta pasados varios años pues lo único que les interesa es algún asesinato o catástrofe natural que les anime el telediario. Esto es, entre el tiempo que tardarás en llegar y los días que permanecerás inadvertido, allá en el Sabinar, nuestra Siberia particular, a lo mejor encuentran una solución en el Parlament. Podrás, si lo deseas, ilustrarte sobre lo que nos quiere Montoro, con el que, seguro, compartimos afectos. También podrás deleitarte con nuestros maravillosos pueblos y ciudades, así como con los servicios públicos que padecemos gracias a la financiación de la que gozamos. Y si tienes tiempo de confraternizar échate una parleta con alguna mujer trabajadora o pensionista. Igual, como a muchos de por aquí, tan sólo te interesan las banderas y no te digo yo que, al final, te vas a encontrar como en casa. Vente “pa” Murcia Carles y aquí, junto al Mar Menor, donde los alquileres son ya una ganga, podrás vivir tu “waterloo”.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia 3 de febrero de 2018

jueves, 1 de febrero de 2018

Moviendo ficha
Lo último entre los jóvenes es jugar al parchís con el móvil. Dentro de poco veré como simulan, desde su apéndice celular, tirar piedras a un río a ver quién hace más ranas. Yo he conseguido que mis hijos se auparan a la última estantería donde aún se apilan los juegos de mesa para rescatar el tablero, que hace décadas que espera un cinco para poder salir. Tras una cálida cena, donde están prohibidos los aparatos electrónicos y hablar del Gobierno, les he animado a que disputen una partida física en vez de estar mirando a la pantalla sin levantar cabeza. Es verdad que han elegido el modelo que lleva incorporado un dado digital, pero no descarto que, muy pronto, me pidan los cubiletes. Han recuperado el habla, la mirada, el placer de avanzar y hacer puentes con el dedo, así como de comer. Los amigos han pasado de ser virtuales a reales aunque compartieran siempre el mismo espacio. Como en la vida misma, ahora defiende cada uno su color, procurando no salirse de sus casillas hasta alcanzar la gloria. En otros tiempos más negros, la oca amenazaba el reverso del parchís. De oca a oca en un laberinto espiral que nos atrapó durante 40 años. Cuando pensábamos que íbamos a remontar el vuelo seguimos transitando de oca a oca rememorando la célebre restauración. Hoy los colores del parchís predominantes siguen siendo el rojo y el azul, apareciendo otros supuestamente nuevos porque siguen la misma estrategia. Lo único que les importa a todos es permanecer en el seguro y especialmente al anfitrión, que se enroca permanentemente y hace gracia de las trampas. Sin moverse ni alterarse esperan que los otros se eliminen entre sí, pero quizá es tiempo de arriesgarse y plantar cara a la situación. Dar una vuelta a la partida para que no nos coman ni con promesas ni con anuncios ni, por supuesto, con los hechos. Es tiempo de que los de siempre no lleven las de perder. ¿A quién le toca? nos interpelan...en medio del bendito silencio telefónico.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia 27 de enero