sábado, 12 de marzo de 2016

Fiestas de no guardar

Se aproxima la triada murciana sin que se observen cambios notables y menos aún sobresalientes. Semana Santa, Fiestas de Primavera y Entierro de la Sardina ya llaman a la puerta cuando como, cada año, asoma la primavera, pero hasta el tiempo, que parecía inmutable, ha tornado. “Cambia, todo cambia”, cantaba la recordada Mercedes Sosa en unos tiempos en los que aún se distinguía claramente la derecha de la izquierda. Una época en la que lo más revolucionario no era precisamente apoyar a Alberto Garre. Hoy considerar lógicas las palabras de este hombre pidiendo la retirada del presidente del Gobierno en funciones-funciones, pues de alguna forma hay que distinguir su situación actual de la legislatura de una persona en permanente retirada, te estampa la etiqueta de hereje o, lo que es peor, simpatizante de Podemos. Ríete tu del corrimiento de Lorca en relación a la brecha que establece el pensamiento único. Ni Heráclito, que demostró que todo fluye y todo cambia, hubiera detectado el más mínimo movimiento entre  una multitud callada, que sigue al dictado los mensajes de Palacio. Por ello, no es un clamor silencioso el que reclama una renovación de las principales fiestas capitalinas; pero no faltan quienes, por los resquicios de libertad que escapan al inmovilismo, defienden mayor participación real en todas y cada una de ellas. Las fiestas comienzan instalando las sillas y tribunas, desde donde la mayor parte de la población ve, sentado, pasar los mismos cortejos. No estaría nada mal empezar a recuperar las calles, abrir las celebraciones y propiciar un conocimiento en profundidad de la cultura popular. Implicar a los jóvenes y mayores en torno a nuestras raíces, pero no como si se estuvieran mirando el mismo escaparate de los mismos y por las mismas fechas. Son tiempos de implicarse, de mojarse, como dice el también cantautor Ismael Serrano;  pues hasta el Segura, por Dios y por la legislación medio ambiental podadora, se ha transformado en navegable.  Igual  río que el que le sirvió al filósofo griego para asegurar que cada segundo es diferente; por lo que, y eso lo digo yo, no hay que seguir la corriente.  Felices y renovadas fiestas. 
NOS QUEDA LA PALABRA / Contraportada de La Opinión 12 de marzo de 2016

sábado, 5 de marzo de 2016

Glu, glu, glu

Por fin hermanadas. Murcia y Cartagena compartirán fondo. Más fondo del que comparten ahora y mira que estamos cerca de la llanura abisal como consecuencia del abismo y la brecha social que aleja a la Región del resto de España y de Europa. El prestigioso científico Daniel Turner ha vaticinado que el deshielo de los glaciares sumergiría a Murcia a 60 metros de profundidad, llevándose por delante, como es de esperar, a Cartagena y el resto de los hermosos pueblos costeros. No sabemos si como el experto -que es director del Centro para la Ciencia de la Superficie Lunar y de los Asteroides de la Nasa- pronunció su conferencia invitado por la UCAM se salvarán Los Jerónimos o la playa se situará junto al santuario de Caravaca. Lo que sí ha de reconocerse es la vocación verde del franciscano Papa, que ha conseguido alertar en todos los confines, incluso en esta tierra perdida de Dios, sobre el cambio climático. Hay quien todavía se sonríe con tal amenaza; pero yo, por si acaso, he encargado un submarino a los hermanos cartageneros, que en estas lides se mueven como pez en el agua.  Estaría bueno que, finalmente, la Comunidad de Murcia tuviera de golpe toda el agua que viene reclamando justamente a lo largo de toda su historia. Eso sí que sería un cambio y no el que nos ofrecen desde la Carrera de San Jerónimo. A la espera de ese inevitable futuro, que nos refrescará el sudor que sentimos ya durante todos los meses del año, en lo que sí somos certeros es en fabricar náufragos. Sin trabajo por el que navegar, cientos de jóvenes, parados y dependientes, con un 34% de la población murciana en riesgo de exclusión, sobreviven. Los mismos que pescan las mayores subvenciones, mantienen sumergidos sus tesoros en paraísos fiscales o que utilizan cada travesía para el abordaje de la riqueza de todos levantan la voz contra el frágil flotador que sostiene, a duras penas, las ayudas de la renta básica o mínimo vital, cerca de 10 años paralizadas u obstaculizadas. El problema, ya saben, no es ni el cambio climático ni el pillaje al por mayor de los recursos públicos ni el desigual reparto de la riqueza. El quid de la cuestión, argumentan desde el vacío, son las migajas que se reparten entre los ahogados. Y no es ciencia ficción.