Glu, glu, glu
Por fin hermanadas. Murcia y Cartagena compartirán fondo.
Más fondo del que comparten ahora y mira que estamos cerca de la llanura abisal
como consecuencia del abismo y la brecha social que aleja a la Región del resto
de España y de Europa. El prestigioso científico Daniel Turner ha vaticinado
que el deshielo de los glaciares sumergiría a Murcia a 60 metros de
profundidad, llevándose por delante, como es de esperar, a Cartagena y el resto
de los hermosos pueblos costeros. No sabemos si como el experto -que es
director del Centro para la Ciencia de la Superficie Lunar y de los Asteroides
de la Nasa- pronunció su conferencia invitado por la UCAM se salvarán Los
Jerónimos o la playa se situará junto al santuario de Caravaca. Lo que sí ha de
reconocerse es la vocación verde del franciscano Papa, que ha conseguido
alertar en todos los confines, incluso en esta tierra perdida de Dios, sobre el
cambio climático. Hay quien todavía se sonríe con tal amenaza; pero yo, por si
acaso, he encargado un submarino a los hermanos cartageneros, que en estas
lides se mueven como pez en el agua. Estaría
bueno que, finalmente, la Comunidad de Murcia tuviera de golpe toda el agua que
viene reclamando justamente a lo largo de toda su historia. Eso sí que sería un
cambio y no el que nos ofrecen desde la Carrera de San Jerónimo. A la espera de
ese inevitable futuro, que nos refrescará el sudor que sentimos ya durante
todos los meses del año, en lo que sí somos certeros es en fabricar náufragos.
Sin trabajo por el que navegar, cientos de jóvenes, parados y dependientes, con
un 34% de la población murciana en riesgo de exclusión, sobreviven. Los mismos que
pescan las mayores subvenciones, mantienen sumergidos sus tesoros en paraísos fiscales
o que utilizan cada travesía para el abordaje de la riqueza de todos levantan la voz contra el frágil
flotador que sostiene, a duras penas, las ayudas de la renta básica o mínimo vital, cerca de 10 años paralizadas u
obstaculizadas. El problema, ya saben, no es ni el cambio climático ni el
pillaje al por mayor de los recursos públicos ni el desigual reparto de la riqueza. El quid de la cuestión, argumentan desde el vacío, son las migajas que
se reparten entre los ahogados. Y no es ciencia ficción.
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