lunes, 19 de junio de 2017

Murzara


Igual Amancio Ortega piensa que Murcia está en el sudeste asiático. Aquí hace tanto calor como allí o más. También tenemos personas que ganan un euro a la hora en nuestros campos gracias a unas empresas desaprensivas que los escalavizan. La otra parte de la población, como allá, sobrevive, intentando no caer en las garras de la pobreza y con las costuras de la desigualdad siempre tensas. Asimismo, algunos de nuestros parajes naturales están esquilmados como consecuencia de la contaminación, aunque aquí en vez de teñirse de azul tornan en marrón. E incluso padecemos la erosión y, en ocasiones, daños por inundaciones, compartiendo la primera línea de los más perjudicados por el cambio climático. Allí se caen edificios y aquí ha sucumbido todo el sector de la construcción. Me temo, igualmente, que el AVE tampoco llega a Bangladés, aunque es posible que se inaugure antes allí. Por si fuera poco, tras su donación, Amancio, nos parecemos un poco más pues Bangladés y Murcia comparten ahora el gen colonial. No es que seamos muy nacionalistas aquí en Murcia. Es más, le diré que no nos importaría depender de su metrópoli si el trasvase llevara su nombre. Al fin y al cabo, si se hacen cuentas, igual usted, en su infinita generosidad, ha hecho más por la sanidad en Murcia que el partido que nos partió el corazón y el bolsillo con las transferencias. Aquí lo que anhelamos son grandes empresarios que tomen las decisiones por la ciudadanía, pues ellos saben lo que nos conviene. A qué loco, con camisa de fuerza, se le ocurriría que nosotros podemos escribir el presupuesto regional, elegir nuestro destino y fijar unos impuestos que garanticen la igualdad. Ya ve que esta es una declaración de amor, subordinado y con cierto tufo colonial, pero ya puestos por qué no hacernos el harakiri. Déjese del sudeste asiático y véngase a Murcia, pijo. Le recibiremos con todos los honores, las banderitas y el gran dragón que sacamos en el Entierro de la Sardina. Se llevará una sorpresa cuando baje las escalerillas en San Javier pues a genuflexión nadie nos gana, ni los chinos.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia 18 de junio de 2017

domingo, 4 de junio de 2017

A la sombra 
Lo intenta, pero cada vez se lo ponían más difícil. Será el último año que aguante con corbata hasta el 40 de mayo. Hace tiempo que cambió las chaquetas, pero sabía que sería penalizado en el trabajo si abandonaba la mortaja. Había descontado ya que este verano aumentaría la protección solar hasta 30, cuando él era reacio siempre a la pegajosa loción e, incluso, al jersey que le protegía en su camino a la playa. De igual forma, había avisado ayer al instalador para ampliar el aire acondicionado a toda la vivienda; donde hace tiempo, tanto como la burbuja, que no se percibía la brisa que le animó a comprarla. Al capataz hace un mes que le telefoneó para que no se cortara a la hora de pinchar en el pozo ilegal para sustraer agua, pues la sequía climatológica y la que padecen los mandatarios murcianos amenazan la supervivencia de su negocio. Eso sí, ya no le daba ningún tipo de impresión inaugurar la temporada de baño. Tampoco temía toparse con algún ser vivo, incluido los inmigrantes, en el Mediterráneo. No echaba de menos los contenedores de colores. Y, por supuesto, le quedaba muy lejos el Amazonas o el hundimiento progresivo de La Manga, por no hablar de Garoña o Chernobil. Al igual que el primo del chismoso de Mariano; él tenía un cuñado que, desde Suiza, le había explicado que el mundo civilizado no podía competir con los chinos y los indios si no se rebajaban las exigencias medio ambientales. Ahora, con EEUU dinamitando el Acuerdo de París; esperaba que España bajara aún más los brazos o sólo los subiera para taparse la nariz. Por el momento, Rajoy no está con sus homólogos, que se los han llevado a la cabeza para mostrar su alarma ante el radiante y rallante Trump. Manda la economía, la producción y el trabajo basura, no sólo medio ambientalmente hablando. Para los que son como él -que está convencido de que el cambio climático no afecta a su vida diaria y de que siempre hay que situarse al sol que más calienta- no habría mayor catástrofe que la política mande sobre la economía. Qué ciudadanos concienciados sean capaces de evitar que algún tecnocrata o truhan dé al botón para salvarnos.
NOS QUEDA LA PALABRA