sábado, 28 de noviembre de 2015

Ambientazo

Mientras todo bicho viviente nos lanzamos a las redes y a las grandes catedrales del consumo para vivir el “black friday”, que no sé cómo hemos podido aguantar sin él, cuatro gatos se enclaustran en la Universidad de Murcia para celebrar las I Jornadas sobre el Cambio Climático, que culminarán mañana domingo con una marcha a la que, supuestamente, asistirán acompañados de otros cuatro gatos más. Esta camada, siempre a la contra, no quiere que haya más viernes negros, ni martes ni miércoles... El lunes nadie puede evitar que tenga una oscura tonalidad. Se enfrentan con uñas y dientes al triste adiós de nuestro mundo y ya quisieran para sí la movilización que consigue cualquier llamada al consumismo. Un SOS para salvar al planeta que es imperceptible en los países y regiones en vías de desarrollo, donde el medio ambiente se toma como enemigo del crecimiento. Da pavor oír como los principales dirigentes políticos y económicos de estos lares claman por la construcción de la costa que aún continua virgen; la realización de mastodónticos proyectos que transformarían el paisaje de tal forma que no lo reconocería ni la madre que lo parió y, en definitiva, reivindican resquicios para saltarse la normativa europea y al tal señor ozono. Qué contraste con el espíritu de personajes e instituciones tan revolucionarias como el propio Papa, con su célebre encíclica que alerta sobre el cambio climático, o de la común Bruselas, tal y como plasma en los fondos europeos Feder que dedicará a estas tierras para el período 2014-2020. Una Europa que, en consonancia con el peligro de desertificación, baja cualificación e innovación de la Región de Murcia, dedicará un 40% del dinero al cuidado medio ambiental; un 30% a la investigación y la tecnología; un 20% a mejorar la competitividad de las pymes; y un 10% a educación, destinando también cuatro millones a luchar contra la exclusión social y la pobreza. Esperemos que los fines y los cuartos no se vean alterados con recortes autonómicos o nacionales, que nuestros gobiernos son muy dados al “black friday” o, lo que es lo mismo, rebajarnos las expectativas. 

LA OPINION DE MURCIA / Nos queda la palabra

sábado, 21 de noviembre de 2015

Bomba

Se sumerge la filosofía y emergen los bombardeos, emblema de la  sinrazón. La cuna del pensamiento se torna en tumba de las ideologías, unidos todos por la violencia como única respuesta a los que siembran la muerte.  Se silencia el diálogo para que silben las balas. Ya ni siquiera nos queda París, cuya libertad es guillotinada en aras de la seguridad. La música y la poesía hoy son un himno que se funde con el ensordecedor ruido de la metralla. Y el coro alegre, aquel que permanece siempre dormido ante las injusticias que nos circundan, aprovecha para cacarear con fuerza contra los inmigrantes, los refugiados y todo lo que huela a diferente o multicultural. Es el tiempo de la barbarie, que es lo que tan denodadamente buscan los inhumanos terroristas. Pronto llegará el momento en que habrá que presentar el NIF para tomarse un té, máxime si expide vahos morunos. Aspavientos contra nuestros vecinos que tienen tiznada la piel, curtida en el paso del Estrecho y en los anchos invernaderos. Con el alma en un puño en un país extranjero, sospechoso por haber nacido y huido de las bombas o del hambre.   Sombras ocultas de un pasado y una sangre que corre por las venas de Murcia desde su nacimiento;  pues, para quien lo haya olvidado, fue Abderamán II el que fundó Mursiya, convirtiéndonos en la capital de Tudmir y facilitándonos nuestra principal seña de identidad, la huerta.  Tal fue la vitalidad de aquellos tiempos, en los que Murcia era uno de los centros de Al Andalus, que sus vestigios, alrededor del Palacio de San Esteban, logran frenar la especulación. Frente a los que planificaron un gran aparcamiento en estos tiempos de recuperar la ciudad para las bicis y el peatón; la tierra, nuestras raíces, nos regala el sueño de convertir las ruinas árabes en un renacimiento de la actividad cultural y turística. Un pequeño refugio desde donde exclamar qué aquel que no sienta la mezcla -la rica miscelánea de las huellas del tiempo y de los pueblos  sobre nuestras venas- que tire la primera piedra.

LA OPINION DE MURCIA / Nos queda la palabra. En contraportada de La Opinión de Murcia el 21 de noviembre.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Banderillas

A los murcianos no nos hace falta independizarnos. Ya estamos aislados de la metrópoli, tal y como comprueban los osados turistas que, a modo de Calleja, recalan en estas tierras tras múltiples y aventureros transbordos en avión, tren o autovías con destino a Andalucía o al Levante. Cuando ya paladean su conquista en estos parajes, te preguntan cómo es posible tanto retraso y nosotros, como un gilipollas madre, hacemos gala de nuestro españolismo. Nacionalismo hay de muchas clases, pero su objetivo parece ser idéntico más que identatario. El catalán es aventado por un Gobierno y un partido corrupto que ha arramblado con todos los derechos a base de recortes. El español es abanderado por un Gobierno y un partido corrupto que…. Cambian las banderas, unas tiene más listas que otras, pero no los listos que las colocan para, como si fuéramos becerros, provocar el engaño. Yo soy español, español y muy español, pero que me devuelvan lo que se han llevado, incluida la sanidad, educación y atención a las personas dependientes o que más lo necesitan. Qué encarcelen aquellos tan patriotas que se han hecho ricos con el erario público y han depositado su españolidad en Suiza. Qué desenmascaren también a aquellos que lucen la rojigualda en su rolex como si fuera la propia de su rol, pero tributan en Luxemburgo. Y que, por otra parte, en vez de declaraciones grandilocuentes, los gobiernos procuren que todos los españoles tengamos los mismos servicios y derechos en todo el territorio, sin comunidades de primera ni de segunda. Menos enseñas y más enseñar cifras en un presupuesto justo y efectivamente ejecutado, que ni la desigual posición de partida ni el déficit ni la mala gestión lo convierta en papel mojado. Luego, hacemos los desfiles que quieran, incluso juramos solemnemente la bandera y, si es preciso, compartimos una tarde gloriosa de tortilla y toros; pero, mientras no ocurran los milagros descritos, que no nos la metan por ningún ojo.
LA OPINION DE MURCIA en contraportada / Nos queda la palabra. 14 de noviembre 2015

domingo, 8 de noviembre de 2015

Todos calvos
No sé si en 2050 nos podremos tomar las uvas en la Puerta del Sol después de, por enésima vez, intentar retomar el AVE. Desconozco si habrá agua para lavar el racimo o, incluso, si la vid se desprenderá, como aseguran que pasará con los limones, de la triada mediterránea. Si nos atenemos a las señales que nos depara el espacio es significativa la basura espacial que ha caído en Calasparra, quizá imantada por la mierda del vertedero que horada Abanilla gracias a los privilegios y la desidia del Gobierno regional en solucionar el tema, que lleva coleando ocho años tras la denuncia expresa de la Comisión Europea. Un hedor, una vergüenza, una corrupción y un atentado contra el medio ambiente que se produce en la zona más árida de nuestra geografía. Ahí no van a quedar ni las ratas ni los cactus ni, efectivamente, los limoneros o cualquier bicho viviente. A todo aquel que se pregunte aún si existe o no cambio climático que se acerque por esos parajes, fotografía trágica de los años venideros. “Vendrán más años malos y nos harán más ciegos”, se titula, de forma premonitoria, un libro del bueno de Ferlosio, que no incluía en sus célebres pecios el aumento del CO2 o la tragedia de los refugiados en el Mediterráneo, cuyas muertes contribuirán a elevar su nivel o, en lenguaje de Abanilla, su colmatación. Lo que no cambiará o mantendremos por largas fechas en nuestro calendario es el paro, tal y como prevé Bruselas para 2016. Ni el verano levanta unas cifras mareantes, que en Murcia aún se tornan más delirantes como consecuencia de un tejido productivo y de una reforma laboral que expulsa a miles de demandantes a la precariedad, al desánimo  o al extranjero. A Alemania ha ido la carcasa del cohete encontrado por los dos pastores calasparreños. Allí igual algún investigador murciano, que forma parte de la obligada diáspora, podrá analizarlo y, entre sus restos, inspirar la fragancia de esta tierra enamorada.
LA OPINION DE MURCIA / Nos queda la palabra. 

domingo, 1 de noviembre de 2015

No estamos muertos

Miedo miedo es vivir en las alcantarillas y soportar como entre sus mugrientas paredes algunos se empeñan en alardear de aire puro, intentándonos dibujar un paraíso cuando lo que anhelan es la paz de los cementerios. Aterrador es tener que acudir al diccionario o al fiscal jefe para que nos aclare qué es corrupción, una palabra que no admite trucos ni tratos. O blanco o negro y si se es un dirigente político, sea del color que sea, más vale que el blanco sea impoluto, como la cal que evita la peste. Más importante que el techo de gasto o cualquier presupuesto son los cimientos. De qué nos sirve aprobar las cuentas si no nos trae cuenta. Lo primero es lo primero y -lástima que haya que aclararlo- no es el dinero ni el poder. Grima da cómo, en virtud de su afiliación, se disfrazan los mensajes hasta la hilaridad, corroyéndose por dentro para acallar lo que dan ganas de gritar. Nos prometieron la resurrección del servicio público, frente a tantos años de apocalipsis provocados por el egoísmo privado, e intentan que traguemos con la misma ración y hedor. Paladeábamos ya en nuestra imaginación colectiva los huesos de santo, la delicia de pensar que nuestros gobernantes mirarían únicamente por la regeneración y el interés general, y nos han vuelto a dar calabazas. Córtese el cuello al que mata la mano o el pie para pastelear y  dejen de pedir al común de los mortales que esconda la cabeza del que aún no la haya perdido por situarse en el lado oscuro de la crítica. Qué no nos den gato por liebre, festividad de Las Ánimas por Halloween, aunque ciertamente en algunas profesiones escasean los santos. El cielo nos lo ganamos nosotros; aguantando estoicamente que, día sí y noche también, nos tomen por tontos o difuntos cuando, ciertamente, no estamos muertos, que estamos dando caña.