sábado, 21 de noviembre de 2015

Bomba

Se sumerge la filosofía y emergen los bombardeos, emblema de la  sinrazón. La cuna del pensamiento se torna en tumba de las ideologías, unidos todos por la violencia como única respuesta a los que siembran la muerte.  Se silencia el diálogo para que silben las balas. Ya ni siquiera nos queda París, cuya libertad es guillotinada en aras de la seguridad. La música y la poesía hoy son un himno que se funde con el ensordecedor ruido de la metralla. Y el coro alegre, aquel que permanece siempre dormido ante las injusticias que nos circundan, aprovecha para cacarear con fuerza contra los inmigrantes, los refugiados y todo lo que huela a diferente o multicultural. Es el tiempo de la barbarie, que es lo que tan denodadamente buscan los inhumanos terroristas. Pronto llegará el momento en que habrá que presentar el NIF para tomarse un té, máxime si expide vahos morunos. Aspavientos contra nuestros vecinos que tienen tiznada la piel, curtida en el paso del Estrecho y en los anchos invernaderos. Con el alma en un puño en un país extranjero, sospechoso por haber nacido y huido de las bombas o del hambre.   Sombras ocultas de un pasado y una sangre que corre por las venas de Murcia desde su nacimiento;  pues, para quien lo haya olvidado, fue Abderamán II el que fundó Mursiya, convirtiéndonos en la capital de Tudmir y facilitándonos nuestra principal seña de identidad, la huerta.  Tal fue la vitalidad de aquellos tiempos, en los que Murcia era uno de los centros de Al Andalus, que sus vestigios, alrededor del Palacio de San Esteban, logran frenar la especulación. Frente a los que planificaron un gran aparcamiento en estos tiempos de recuperar la ciudad para las bicis y el peatón; la tierra, nuestras raíces, nos regala el sueño de convertir las ruinas árabes en un renacimiento de la actividad cultural y turística. Un pequeño refugio desde donde exclamar qué aquel que no sienta la mezcla -la rica miscelánea de las huellas del tiempo y de los pueblos  sobre nuestras venas- que tire la primera piedra.

LA OPINION DE MURCIA / Nos queda la palabra. En contraportada de La Opinión de Murcia el 21 de noviembre.

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