martes, 15 de octubre de 2013



Tudmir
(A los que viajan en patera buscando el denominado progreso y encuentran el desprecio y la muerte)
 
Mal que les pese a los que sitúan el comienzo de todo en los Reyes Católicos, la morería o la judería constituyen barrios únicos de ciudades como Córdoba, Sevilla o Toledo, capitales de la tolerancia y también de la economía en sus mejores años. A su expulsión siguió una época de hambre porque eran ellos los que lideraban el comercio y la agricultura. Las arterias de numerosos pueblos, como en el caso de la Región de Murcia, reflejan la herencia árabe, que ha sido una de las mejores que nunca hemos recibido y que, evidentemente, no tiene la más mínima comparación con la que vamos a recibir en un inmediato futuro. Una huella que rebosa en la cultura del agua. El gota a gota del tiempo, sin embargo, ha acabado por inundar el recuerdo, borrando esa cadena de nuestro ADN hasta el punto de que alguno se pregunte por qué se ha puesto el nombre de Abderramán II a una calle de Murcia.  Es cierto que los tiempos han cambiado, que ya nada es como era, que el fanatismo religioso tapona y enturbia a los países árabes, pero también es verdad que del Mediterráneo nos han llegado las mejores brisas de nuestra historia. Un Mediterráneo que nuestra intolerancia y racismo ha convertido en la fosa de otros pueblos. Ni antes ni ahora, los inmigrantes son el origen de nuestros problemas.
EDITADA EN EL PAJARITO

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