Punto G
Cuando hay españoles que, tras darle muchas vueltas, acabamos
de descubrir el Punto G; nos desayunamos con que ya está aquí el 5G. No estoy
hablando de coger el puntito gilipollas ni de quintuplicar la golfería que
inunda algunos lares sino de un salto tecnológico que nos hará triunfar o
desnucar. Multiplica por mil la latencia, lo que supone que alcanza una
velocidad de infarto, aunque no sé muy bien para qué tal vértigo. Quizá sea
para mantenernos aún más prisioneros o embobados en la pantalla. Esto es,
nuestro coche irá solo, pero no para que veamos el paisaje sino para poder ir
mirando el móvil. Por esos campos murcianos y, aún más, castellanos
observaremos las luces apagadas de los pueblos abandonados mientras nuestra
muñeca emite un destello multicolor que nos mantendrá inexorablemente unido al
big data. Quizá algún tractor autopropulsado surque el horizonte, cerro tras
cerro sin más destino que volver siempre sobre sus pasos. Cientos de
campanarios yacen ya sobre las estepas y las tierras de nuestro país, una
triste estampa que cierra el éxodo por los siglos de los siglos del medio rural
a la ciudad. De aquellos pioneros que, al final de la Edad Media, decidieron
aburguesarse en las nuevas ciudades a generaciones no tan lejanas que, con
independencia de la edad, dejaban la agricultura para labrarse un futuro de
mayor prestigio social. Hoy su destino, las célebres capitales, desde donde se
volvía al terruño en un Mercedes, son smart city. En castellano, ciudad
inteligente, un oxímoron pues no hay menos sabio que separarse de la
naturaleza, incluida la humana, donde podemos encontrar todo el abecedario con
el que construir todo tipo de experiencias sensoriales. Y en ese devenir, que
es obligatorio hasta tal punto que lo correcto sería debevenir porque así lo ha
escrito, en inglés por supuesto, quien puede hacerlo; nuestra Región de Murcia
se sitúa de nuevo por detrás en la carrera de la investigación. Yo, por
si acaso, me atrincheraré en el Punto G porque ahí es fácil alcanzar el cielo.
Vivir en la nube (cloud), donde finalmente se concentrará toda nuestra
vida.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia
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