De libro
Aunque uno sea un ignorante, sabe que privatizar un servicio
público como la educación expulsa a los que anhelaban subir de clase. No basta
con el incremento constante de las matrículas universitarias ni con el descenso,
igual de persistente, de las becas. Ahora se cierra aún más la puerta de la
educación superior obligando a realizar uno o dos años de master para
contrarrestar el recorte de las carreras a tres años. Con el dinero como único objetivo
de la acción política, se cambia el talonario por el mérito. Tanto tienes
tantos títulos puedes comprar para continuar la saga familiar. Eso sí, si
careces de cartera puedes fácilmente endeudarte de por vida, tal y como está
ocurriendo en Estados Unidos, con miles de familias sufriendo la asignatura
pendiente de pagar los estudios al no encontrar fácilmente un empleo digno. Ya
saben, esa especie en extinción en España. Con estas leyes y con otras de igual
calado, como el aumento de las ratios y la reducción en el número de
profesores, se da carpetazo a la igualdad de oportunidades que garantiza una
educación pública y universal, en el que cualquier joven pueda estudiar con
independencia de sus ingresos familiares. Encima, se nos intenta convencer con
argumentos peregrinos, como que supone un ahorro para las familias.
Efectivamente, cortar la luz del interruptor y del conocimiento supone un
ahorro, igual que el que están disfrutando aquellos que ya no compran medicina
porque no pueden hacer frente al copago; los que se evitan el transporte hacia
el trabajo porque carecen de él o los jóvenes que no tienen que pagar alquiler
porque sobreviven con sus progenitores. Todo ahorro, todo disminución de los
derechos y servicios básicos. No conformes con consagrar la desigualdad
económica, el problema social al que debía enfrentarse cualquier país
democrático, dan libertad a las universidades para que actúen en función de sus
intereses, con independencia de la tan cacareada unidad de mercado. Es igual,
todo da igual salvo mercantilizar la educación. Hacer negocio con el futuro de
nuestros hijos o, lo que es lo mismo, de nuestro país, cortando a la sociedad
en dos, cual Edad Media.
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