lunes, 18 de agosto de 2014

Verano
Con una esterilla sobre la mullida arena del Playazo de Vera, el bebé soñaba. Bajo la sombrilla, arropado con una toalla para combatir una brisa que su desnudo pie buscaba, dormía en la orilla con el arrullo de las olas. Incansable, el agua batía, muy cerca, la tierra que le sostenía. Tras nueve meses de oscuridad, ya había puesto cara a las voces más cercanas, deslumbrado por la luz del quirófano y por el sol de la mañana. Ahora, allí arrebujado, con los ojos cerrados, recordaba el vientre materno, comparando cuál de los dos paraísos le gustaría que se eternizara. En ambos, agradecía el movimiento, cuando su cuerpo melodiosamente se desplazaba. Dentro, en el seno de su madre, procuró acompañar su corazón al latido que le acompañaba, envolviendo de amor todo su universo. Ahora, acostado contra el suelo, sentía el palpitar de la tierra, el suave crujir al trazar su órbita, mientras su incipiente pelo jugaba con el viento. Y también le gustaba. El rumor de las olas, las palabras amigas, el aire, la tierra, el olor salino y el sabor cercano de su comida.   Acunado por el presente, sin más pasado ni futuro. Allá levitaba. Sin miedos. A la sombra, en un lugar del mundo, escondido y libre, disfrutando de un tiempo pleno, repleto de sueños, felicidad y armonía. A su alrededor, el verano intentaba dibujar un gran paréntesis; aunque, arriba y abajo, las pertinaces olas arremetían. Contra las injusticias, sin tregua posible.

NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia 9 de agosto

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