Bien mordida la
lengua
Lo he intentado, pero los mensajes y vicisitudes de los
palacios Real y Ribereño del Segura, además de las grandes motas emitidas desde
la televisión, me han impedido alcanzar el aislamiento térmico de la
actualidad, que lejos de enfriarse se recalienta cada vez más. Si el discurso
del Rey causaría estragos sobre el retrato de Dorian Gray al dibujar un rostro
de España en descomposición por su corrupción, pobreza y secesión; las andanzas
de nuestros lazarillos murcianos nos acercan al nobel de la picaresca. Nada de
política, nos lo han repetido hasta la saciedad los gurús de autoayuda,
sicólogos, médicos, abogados matrimoniales, curas y demás curanderos de nuestra
salud física y mental. En la mesa y en la cama evitar la confrontación en
Navidad, eludir las conversaciones que creen conflicto mediante derivadas,
perífrasis, largas cambiadas, silencios, sorderas, caminos de en medio o
cualquier otra táctica de disuasión, como morderse la bífida lengua. Prohibido
pronunciar el plural de la primera persona del presente del verbo poder, pues
abre una espita de sensaciones imposibles de atajar. Cuidado con mencionar el
hedor que suelta la basura que se amontona por ser días de no recogida, ya que
algún carroñero haría balance de la peste que exhala la que hemos acumulado a
lo largo de todo el año. Nada de hablar de los programas más populares de
televisión, pues la gran mayoría nos llenan de caspa el salón, lo contrario de
la diversión y bienestar que nos habían prometido. En fin, que todo se
confabula para hacernos la pascua, incluido el Papa Francisco y la
revolucionaria Caritas, que coinciden con el Gobierno en que este próximo año
aumentará el trabajo, pero el de pésima calidad y el de los voluntarios. Si de
propósito de enmienda se trata -como es tradición en todos los inicios- tendría
que ser a la totalidad. Feliz año.
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