domingo, 30 de julio de 2017

Carpe Díem
En el imperio romano no había tertulias televisivas, pero se mataban por un quítame allá estos polvos. Vivían el amanecer como si fuera el ocaso y por ello disfrutaban de los escasos momentos de pax con grandes bacanales sobre el precedente del sofá, que no daba a ninguna televisión sino a un espectáculo real. Carne, vino, fruto y garum de Cartagena aderezaban el triunfo de cada batalla que, además, revertía al pueblo a través de los tesoros arrebatados al enemigo. Dos mil años después, un vistazo a los actuales emperadores, como Trump o Putin; o a Hispania, donde el botín no sólo no se reparte sino que se sustrae de los súbditos, nos llevaría a un circo maximus al que no se quiere encaminar este artículo, pues es el previo a unas augustas vacaciones. Lo lamento por Cristina Cifuentes, que entiendo no se ha recuperado del golpe que sufrió tras caer de su carruaje, pero yo me voy a tomar unas vacaciones como obligado descanso del guerrero y ojalá fuesen legión los que me acompañaran, pues sería signo de pleno empleo y bienestar. Mirando el horizonte desde mi atalaya, no veré más que un mar tranquilo que acariciará mi mente en blanco. Un buen libro me llevará aún más lejos y el disfrute de los manjares será completo si estoy en la mejor compañía, la de mi familia y amigos. Risas de agosto como si no existiera un mañana, en el que los sentidos cobran su función en comunión con la naturaleza. Apaguen el móvil y el despertador, enciendan su espíritu y a vivir que son treinta días. Ya llegará la hora de enfundarse el traje de guerra y de esquivar tanta postverdad. Ahora basta con un bañador o a cuerpo descubierto, que los romanos, aunque alguno lo piense, no estaban locos: Carpe Diem. Aprovecha el momento.

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