Fundido en negro
Por mucho que me contemplaba en el espejo no me reconocía. Me
acosté repasando con mi hija los 40 años de retroceso de Franco y me levanté
como si fuese el primer hombre sobre la tierra, punto de partida de la
historia. Si no estuviera viendo el periódico que dejé ayer encima del lavabo,
con la Virgen en fiestas compartiendo portada con las declaraciones de un
obispo defendiendo la separación educativa de niños y niñas, diría que la
humanidad empezaba ahora. Miré de reojo la fecha del diario y, efectivamente,
terminaba agosto de 2012, el más caliente de la última década, incendio tras
incendio aventado por los recortes de la crisis. ¡Ah de aquellos tiempos
prehistóricos!, que diría Rousseau para recordar la comunión perfecta de
la naturaleza y del hombre, sin predicadores y con las páginas en blanco donde
ir escribiendo las múltiples revoluciones que mejoraron nuestra condición. Abrí
la ventana para comprobar, como mis antepasados, que había salido el sol. Que
hoy, como cualquier otro día, puede ser el momento de frenar la vuelta atrás
que está borrando los renglones de libertad mejor escritos, sumiéndonos en el
oscurantismo.
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