martes, 4 de septiembre de 2012


Fundido en negro
Por mucho que me contemplaba en el espejo no me reconocía. Me acosté repasando con mi hija los 40 años de retroceso de Franco y me levanté como si fuese el primer hombre sobre la tierra, punto de partida de la historia. Si no estuviera viendo el periódico que dejé ayer encima del lavabo, con la Virgen en fiestas compartiendo portada con las declaraciones de un obispo defendiendo la separación educativa de niños y niñas, diría que la humanidad empezaba ahora. Miré de reojo la fecha del diario y, efectivamente, terminaba agosto de 2012, el más caliente de la última década, incendio tras incendio aventado por los recortes de la crisis. ¡Ah de aquellos tiempos prehistóricos!, que diría Rousseau para recordar la comunión perfecta de la naturaleza y del hombre, sin predicadores y con las páginas en blanco donde ir escribiendo las múltiples revoluciones que mejoraron nuestra condición. Abrí la ventana para comprobar, como mis antepasados, que había salido el sol. Que hoy, como cualquier otro día, puede ser el momento de frenar la vuelta atrás que está borrando los renglones de libertad mejor escritos, sumiéndonos en el oscurantismo. 

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