Aforro
Aforro:
Capacidad de algunos cargos públicos para ahorrarse el ciento por ciento de su
nómina. Los más infalibles, el 120%. Curioso animal político que logra acumular
en su buchaca todo lo que araña en la jungla diaria, en torno a los leones u
otros congresillos. No se le conoce gasto en todo el año, pues jamás reparan en
banco o caja, reintegro o cajero ni para tomar aliento. Pasan los meses como
empezaron, quizá con más dinero. Y es más, cual dromedarios, saltan los años sin
mover los cuartos, salvo los trasteros. Suelen sopar en todos los charcos,
especialmente de aquellos situados en buenos terrenos, protegidos medio
ambientalmente. Es oler la recalificación y les crece el diente, sembrando el
terror a su alrededor. No les hace falta más, ni medias pensiones ni rentas
básicas ni aumentos de sueldo. No les entran balas ni crisis por mucho que sus
opositores balen. Sólo temen a los hombres de negro, capaces de acorralarles.
Sin prisas, pero sin pausa, terminan por llevarlos al estrado, con la ayuda
inefable de otros francotiradores, que hacen caso omiso al jefe de la montería
para poner su punto de mira sobre los poderosos. Osados, osete en la Región de Murcia, no dudan
en aplicar la lupa a tan curiosos personajes, que siguen en sus trece cuando no
catorce y quince, pues de sus cuentas no descuentan. Son numerosas sus
víctimas. Devoran a los de abajo, pero, si es necesario, también a los de
arriba. Destrozan a los que les intentan llevar a capítulo, les piden cuentas o
que expliquen su inexistente presupuesto, pues no hay tal sin gasto. Se mofan
del déficit, la deuda, equilibrios o balanzas, incluida la de la diosa
justicia. Se les ve altivos y, por supuesto, tranquilos. Y practican, con denuedo, la acepción pronominal
del verbo: aforrarse. Ahorrarse dinero y molestias. Entre esos tipos y nosotros
es evidente que hay algo personal. Un sentimiento animal que nos remueve las
entrañas.
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