sábado, 19 de diciembre de 2015

Primavera

Hace tiempo que cayeron las últimas lluvias, que la arena mojada se pegó a las plantas de sus pisadas. El olor a malvasía, que desprendían las gotas sobre las vides, se mezclaba aquel día con la fragancia de los frutales y los limoneros, alterando su olfato y su memoria hacia el paraíso de una niñez perdida. Alzó su cabeza al límpido cielo y respiró antes de sentir en su piel que se acercaba un nuevo tiempo. Hoy, los benignos días anuncian la llegada de la primavera, secuestrada en los infiernos durante los últimos cuatro años por los dioses contemporáneos, aferrados a la oscuridad y al dinero. En sus últimos aldabonazos, los mitos caídos intentaron acabar con la educación, la filosofía y hasta con Helios y Gea, el sol y la tierra. Tembló Grecia y se heló Hispania bajo el gobierno de los bárbaros.  El combatiente Mediterráneo unió entonces sus corrientes. Impasible, las olas arremeten ahora contra la costa y resisten el embate de unos tiempos de miles de ahogados y muertos. Ya asoman por la península hispánica, a la altura de Murcia, unos nuevos aires, más cálidos y frescos. Renace la esperanza y las flores se abren en pleno diciembre. Ciudades y olvidados pueblos se preparan para el renacimiento propio de la Navidad, del solsticio de invierno, donde la noche comenzará a disminuir para dar espacio al día. Luz y taquígrafos sin miedo a un invierno que la mano del hombre, por negligencia; y el pueblo, por valentía, ha convertido en primavera. Arde Murcia y España como si fuera el Trópico, con una línea que recorre todo nuestro esqueleto y geografía. Ya se oyen las voces de los que han permanecido mudos. Ya se alzan los desheredados. Es posible que al final nos hagan la Pascua, pero nadie nos quitará el sueño de, al menos por unas horas, soñar con Utopía.

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