sábado, 19 de enero de 2019

Welcome
Cómo iban a imaginar los ingleses el gran recibimiento que les esperaba tras aterrizar del primer vuelo en el nuevo aeropuerto de Murcia. Con los vientos en contra de la inmigración que nublan los cielos y nuestras almas; pensarían que el Campo de Murcia y de Cartagena precisan de mano de obra para aclarar su futuro productivo. No son pocos los informes que, desde los pocos sospechosos Banco de España o Fondo Monetario Internacional, alertan de que nuestro país necesita recibir a miles de inmigrantes ilegales para cubrir su falta de natalidad en tareas como las agrarias y para, mediante su cotización a la Seguridad Social, garantizar las pensiones. Sin inmigrantes no hay ni economía ni bienestar vengan en la clase,bandera y por el medio que vengan…aire mar o tierra. Me da que los británicos no se levantaron al día siguiente a las cinco de la mañana para que, en alguna gasolinera, algún patrón les escogiera con el fin de llevarlos en una camioneta al campo. No al de golf. Al sembrado de las lechugas. Los turistas representan, claro, otro tipo de inmigración y, asimismo, ingresos; aunque igual alguno de ellos vienen a beneficiarse del sistema de la Seguridad Social que sufragamos entre todos, incluidos los inmigrantes ilegales a los que algunos energúmenos achacan todos los males. Alguno más quizá, como hijo de la Gran Bretaña, votó en contra de permanecer en la Unión Europea, poniendo en peligro la estabilidad de todo un continente por su negativa a contribuir a su desarrollo o dar algún tipo de contrapartida a todo el poder y dinero que ha venido amasando como centro financiero del mismo. El “brexit” constituye, sin duda, una gran amenaza para las empresas murcianas, que tienen en la internacionalización y en el turismo su mejor carta de presentación. Por tanto, sean todos bienvenidos a esta tierra murciana, pero sería conveniente no distinguir entre inmigrantes de primera y de segunda. Incluso, no diferenciar entre paisanos y foráneos, pues todos estamos conectados a una vida en la que es preciso el concurso y la colaboración en beneficio de nuestra propia condición humana. Todos somos iguales y las fronteras están para derribarlas.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia

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