Bienvenidas
Dos nuevas
emprendedoras han eclosionado en nuestra familia. Ambas se llaman Valeria, que
hasta los nombres de moda están impregnados del sentido monetario que nos inunda,
aunque en este caso responde al valor que han tenido sus progenitores. A la
contra de la caída de la natalidad, estos jóvenes inconscientes han preferido
seguir los dictados de la naturaleza y alumbrar nuevos seres y, para más inri,
españoles. Vinieron llorando a esta tierra árida del sureste, que no ha parido una buena
noticia colectiva desde tiempos inmemoriales. Desde un principio, sin dar aún
el primer paso…hacia el banco, mostraron su enternecedora cara emprendedora, que es lo mejor que les podemos desear dada la
deriva del mercado laboral. Ojalá no tengan un trabajo fijo, donde se mueran en
vida sin posibilidad de disfrutar de días de licencia ni por el suyo ni por
cualquier otro fallecimiento. Espero que encuentren también el sentido de la
existencia, constreñidos como estamos a un pensamiento único que gira en torno
al dinero, principio y meta de un declive sin fin. Que den a luz nuevas ideas
que les haga mejores que las anteriores generaciones, frenando el descenso a
las tinieblas de estos principios de siglo. Mejores por haber sido capaces de
recuperar, en armonía con el mundo, la ciudadanía, igualdad y justicia social.
Y que, por supuesto, tengan retos más ambiciosos que intentar poner todos los
días la mesa frente a un televisor desde donde el soniquete público nos
convierte en clones de la oveja Dolly para, sin salirse del rebaño, obedecer, sin
gimotear, a los pastores. Ánimo Valerias, no dejéis que el futuro se siga
escribiendo con renglones torcidos.
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