lunes, 7 de julio de 2014

Salud
Sabe que en ello le va el plus salarial y la posibilidad de seguir dirigiendo el hospital tras su privatización, por lo que no duda en afinar su bisturí para cercenar, con la coartada de las vacaciones, el máximo de plantas, siguiendo la receta de los hombres de azul. Hace tiempo que dejó de preocuparle el bien común y únicamente recala en el suplemento que, por recortar gasto, adorna su nómina cada año. Desconoce, sin embargo, que enfermos, familiares y personal sanitario aprovechan el largo día que marca el solsticio de verano para preparar la contraofensiva e impedir el cierre de las dependencias. “Este año no nos moverán”, resuenan las desconchadas paredes con blanca esperanza, que reluce aún más por la decisión firme de los pacientes y trabajadores de defender, cama por cama, el Estado de Bienestar. Tras el último zumo o café con galletas, cuando la luz roja apaga el trasiego de los pasillos, las ruedas de las camas, sillas y soportes de donde cuelga el suero taponan las entradas.  Por el resquicio de las capadas ventanas recobran la vida lanzando sus proclamas y versos en la cálida noche. No son números, recuerdan, exhibiendo la noticia que habla de la reducción de 30.000 empleos en la sanidad pública durante los dos últimos años. Con el día, con la marea, los que pueden salen a la calle a protestar mientras el resto se queda de guardia para que no se cuelgue el “cerrado por vacaciones”. Por la tarde, sobrados de corazón, tienen previsto asaltar las plantas nobles donde se encuentran los despachos para, sin anestesia, trasplantar el cerebro, si lo encuentran, de los que sólo buscan dar la puntilla al sistema público de sanidad. En Belltvige han logrado mantener abiertas las tres plantas amenazadas. En La Arrixaca se ha reabierto la sexta un día después de ser clausurada. En Elche, hasta la concejala de Sanidad del PP ha dimitido por la degradación del servicio sanitario en verano. Ahora si merece la pena vivir. Salud.

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