miércoles, 2 de julio de 2014

Cuéntame un cuento
Erase una vez que se era un lugar, antaño alegre, donde iban desapareciendo los enanos por la caída de la natalidad, las princesas se convertían en ranas y hasta el cuento, tras cerrar los ojos Ana María Matute, estaba de luto. En este país del siempre jamás, la niña que huía de la niñería nos iluminaba con su magia sin ocultar la cruda realidad. Las hadas madrinas son centros de Caritas que, como setas, surgen por todo el país y a cuya inauguración acuden, con piel de cordero, gozosas autoridades inanes y expertas en fabular, pero incapaces de saciar el hambre y el alma. Los caballeros no son de leyenda sino personaje frikis como el que, de nombre Soria aunque es canario, tizna el sol y el turismo de negro husmeando petróleo y gas. Con sus mares repletos de medusas y de cantos de sirena que a nadie engatusan,  y la tierra rezumando ratas; los habitantes de lo que fue un frondoso bosque, con patitos feos en sus hermosos lagos, se muestran inmunes a la corrupción y al desatino. En genuflexión permanente, como buscando migas con las que retroceder a un tiempo mejor desde el que sólo sea posible avanzar, sufren al ogro mayor de un reino que está empeñado en ser el envés de Robin Hood, hurtando a los pobres para agasajar a los ricos. En este terror que nos impide conciliar el sueño; niños, jóvenes y adultos observan como, al igual que los hospitales y centros de salud, se cierra sobre ellos un infeliz “colorín colorado”.

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