sábado, 21 de junio de 2014



Fin de curso
No había sido un curso cualquiera. Perdió a su abuela el 22 de febrero por una neumonía agravada con el tratamiento economicista del hospital. Su abuelo, que apenas se enteró porque le ganó la partida el Alzheimer hace una década, se enfrentaba ahora a la expulsión de la residencia por el derrumbe incontrolado de las ayudas de la dependencia. Su padre, empleado público, también había visto reducido sus ingresos, mientras su madre sostenía, a duras penas, los pilares de la casa. Ya en el ámbito académico, se acordó del golpe que supuso ser uno de los 50.000 estudiantes murcianos que, a pesar de cumplir todos los requisitos, perdió la subvención para la compra de los libros. Aún sentía la incomodidad de una clase en la que no cabe un alfiler y las continuas amenazas del ministro de Educación, que ha dejado como colofón su íntimo deseo de suprimir las becas universitarias. Pensó en la carga que supondría un nuevo préstamo sobre su familia para poder matricularse en la Universidad, hipotecando tanto su futuro como la del resto, pues ella no percibía a su alrededor que se estuviera generando empleo ni entre los jóvenes ni entre el resto. Cansada de restar, pensó que algo estaba cambiando...que en las calles aumentan las personas indignadas, que reclaman participar en las grandes decisiones de futuro, hartos de ser únicamente cla en los grandes espectáculos dinásticos y futbolísticos que nos pretenden adornar el presente. En una nota de euforia creyó, incluso, que el nuevo Rey podría hacer algo por restablecer la justicia y la igualdad social.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión 20 de junio de 2014.

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