Estampida
Nada más salir el sol, la cabra montesa líder se apresura a subir a la
gran piedra que preside el Parque Terra Natura en Murcia; casi a igual
altura que la flecha sobre la que, a la misma hora, se encarama el
águila real. Su instinto animal aún les mantiene la esperanza de avistar
el horizonte, reencontrarse con la naturaleza y el espacio libre. Bien
es cierto que ya no recuerdan la sensación de libertad. Se han
acostumbrado a la cautividad, el mismo pesar que perciben en los cientos
de visitantes que cada año ocupan su recinto para, generalmente, en
grupo, observar sus andares y vuelos. Hace tiempo que no se acercan a
las vallas, que reprimieron sus primeras ansias de escapar. Ni siquiera
saben si continúan levantadas o lucen en ellas cuchillas. Cortadas sus
alas en ese pedacito de erial, aprecian como natural su gris existencia,
mera mercancía al servicio de una empresa. Algunos, los más animales,
alaban su privilegiada situación, advirtiendo sobre los males de la
naturaleza y de la independencia. Mejor sobrevivir que luchar por
evolucionar, sermonean y sentencian. Otros, los menos, apestados de la
tribu, llaman a la rebelión. Contaminados por algunos turistas amantes
de los parques temáticos, estos pocos infieles han escuchado que existe
un lugar cercano donde la tierra es mítica o, lo que es lo mismo, capaz
de evolucionar hacia el logos o la razón. Allá al parecer cuentan muchas
películas, pero por muchas vueltas que den la vertiginosa realidad
acaba por emerger. Levantado, como todo Benidorm, sobre una fantasía, el
mito se derrumba para dar lugar a la filosofía, aquella ciencia, que
gracias a su sentido racional y crítico, nos hace animales libres.
Cuando sopla el viento de levante, en un mar que oculta el pobre y
marginado barrio del Espíritu Santo de Espinardo, algo se mueve en terra
natura, donde el logos desenmascara las mentiras y el tedio para hacer
realidad un cambio sobrenatural.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión 9 de mayo de 2015
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