Con ira
Camino de los 40 años de las primeras elecciones
democráticas, todo parece volver al
principio merced al retroceso tanto en los derechos y las libertades como en la
corrupción que sostuvo durante otra cuarentena una dictadura que subyugó la
convivencia. Estamos prestos a recuperar la pegatina de la célebre máscara
blanca con el trazo rojo sobre la boca, un grito por la libertad de expresión
que ahora quieren ensordecer para ocultar la corrupción. Si aquel régimen sacó
lo peor de nosotros mismos, la supuesta nueva etapa democrática ha puesto al
descubierto las debilidades de una clase política que sólo atiende al dinero.
En una vuelta atrás sin precedentes, donde algunos sitúan la esperanza de
mejora en la recuperación de la ley de vagos y maleantes para ocultar la
pobreza; los servicios públicos, como la educación y la sanidad, se van
desmoronando tras el espejismo de su universalización. Y para que todo sea
igual que en aquel reencuentro con las urnas tras la más negra etapa de España,
soplan vientos de cambio. Es verdad que ya no es posible entonar la
célebre “Libertad sin ira” de Jarcha,
pues la ilusión se ha tornado en rabia, pero parece que se aproxima una
verdadera transición, aquella en la que ganaremos todos, individual y
colectivamente. Aunque no es pequeña la masa que considera que todos son
iguales o que con el voto no se consigue nada, amiga de los que creen que el
Gobierno les pertenece en razón a su clase; otra esperanza, que sí atiende a la
bondad de su nombre, se va extendiendo. La necesidad imperiosa de dar un giro,
el compromiso permanente por una sociedad más justa comienza ya. Ya no bastan
las buenas palabras ni los bonitos programas, los acuerdos preelectorales con
los ciudadanos que se están rubricando en regiones como Murcia y que desprecian
los mismos que quieren acallar los bolígrafos, abren una nueva etapa en la que
la rendición de cuentas comienza desde el minuto uno. Ya no iremos de cuatro en
cuatro años ni, por supuesto, de cuarenta en cuarenta. Qué así sea.
NOS QUEDA LA PALABRA / La Opinión de Murcia 2 de mayo de 2015
Bien dicho. Habría que añadir que se acabaron los paréntesis y que ya todo debería ponerse al descubierto.
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