Huesos
Aunque
también
lleven hueso, tan duro de roer como nuestra actualidad política y
económica a lo largo de todo el año, una de las alegrías que nos aporta
el
verano es su fruta. Aquel que tenga la suerte de hurtar a la exportación
los albaricoques, paraguayos (no confundir con venezolanos),
melocotones o nectarinas que combaten por conquistar nuestro paladar
gozarán de la mejor entrada al estío. Un chorro de naturaleza, un bocado
de
vida, un recuerdo de infancia. Piezas únicas de caza mayor que huyen a
tierras
extrañas porque valen su peso en oro. De una en una o por cajas; Murcia,
como
el resto de España, está en venta. Lo mejor de nosotros mismos, que son
los
recursos naturales, hace tiempo que cuelgan el cartel de “Se vende”. Los
jóvenes se subastan al mejor postor, carne de cañón que expone su
excelsa
formación e intensa sumisión en busca de ser adquiridos por cualquier
empresa
alemana. Aquello que no puede salir por patas o por ruedas es fruto
también de
rapiña por los capitales europeos y asiáticos, que manejan una larga
lista de la
compra de nuestros mejores paisajes y empresas. Es lo que le ocurre a
las
colonias, esquilmatizadas por su inanición. El capital, que siempre
tiene
hambre, se junta con las ganas de comer de estos lares y no hay
cristiano que
resista tal tentación. Máxime si, encima, se ponen sobre la mesa
incentivos
para comprar viviendas, negocios y, por supuesto, humanos. Por una
vivienda,
una nacionalización. Por un negocio, una subvención y, por supuesto,
exención.
Por un joven que se lleven, la baba se nos cae de agradecimiento ante
tal
emigración. En Murcia se siembra y en el resto de Europa -que ahora se
apresta
a cercenar la cuna de su pensamiento- y en China se recolecta. En los
dos
próximos años, el crecimiento no germinará en empleo, pero disminuirán
las
cifras del paro por la diáspora. Aquí nos quedamos con el hueso y con
los
intragables hollejos, compitiendo a ver quién lanza el cuesco más lejos
mientras
nos come y bebe el futuro.
LA OPINION DE MURCIA / Nos queda la palabra
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