domingo, 21 de junio de 2015

Huesos
Aunque también lleven hueso, tan duro de roer como nuestra actualidad política y económica a lo largo de todo el año, una de las alegrías que nos aporta el verano es su fruta. Aquel que tenga la suerte de hurtar a la exportación los albaricoques, paraguayos (no confundir con venezolanos), melocotones o nectarinas que combaten por conquistar nuestro paladar gozarán de la mejor entrada al estío. Un chorro de naturaleza, un bocado de vida, un recuerdo de infancia. Piezas únicas de caza mayor que huyen a tierras extrañas porque valen su peso en oro. De una en una o por cajas; Murcia, como el resto de España, está en venta. Lo mejor de nosotros mismos, que son los recursos naturales, hace tiempo que cuelgan el cartel de “Se vende”. Los jóvenes se subastan al mejor postor, carne de cañón que expone su excelsa formación e intensa sumisión en busca de ser adquiridos por cualquier empresa alemana. Aquello que no puede salir por patas o por ruedas es fruto también de rapiña por los capitales europeos y asiáticos, que manejan una larga lista de la compra de nuestros mejores paisajes y empresas. Es lo que le ocurre a las colonias, esquilmatizadas por su inanición. El capital, que siempre tiene hambre, se junta con las ganas de comer de estos lares y no hay cristiano que resista tal tentación. Máxime si, encima, se ponen sobre la mesa incentivos para comprar viviendas, negocios y, por supuesto, humanos. Por una vivienda, una nacionalización. Por un negocio, una subvención y, por supuesto, exención. Por un joven que se lleven, la baba se nos cae de agradecimiento ante tal emigración. En Murcia se siembra y en el resto de Europa -que ahora se apresta a cercenar la cuna de su pensamiento- y en China se recolecta. En los dos próximos años, el crecimiento no germinará en empleo, pero disminuirán las cifras del paro por la diáspora. Aquí nos quedamos con el hueso y con los intragables hollejos, compitiendo a ver quién lanza el cuesco más lejos mientras nos come y bebe el futuro. 
LA OPINION DE MURCIA / Nos queda la palabra

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