jueves, 1 de octubre de 2015

Murcia es Murcia
Un plato es un plato, un vaso es un vaso y un tren soterrado es un tren soterrado, que no asome junto a tu culo a la mínima que te agaches. Qué va a ser lo próximo… ¿Un aeropuerto sin aviones erigido por la iniciativa privada que, como no levanta el vuelo, tenemos que sostenerlo presupuestariamente entre todos, a razón de 20.000 euros  del ala diarios? ¿O una sosa desaladora de la que no sacamos ni una desoladora gota, salvo el sudor que nos cuesta devolver a la concesionaria los 600 millones de euros de su construcción y funcionamiento? ¿O un trasvase al que se levanta un muro de 400 hectómetros cúbicos para que no rebase y pueda cumplir su función? ¿O un Real Murcia en campos de tercera, con su presidente en el banquillo tras únicamente ganar en el terreno de las recalificaciones? ¿O una reforma laboral que, como tan bien sabemos en Murcia, ha acabado con el trabajo  y la forma de subsistencia leal de los ciudadanos, colocándoles en el disparadero del paro a las primeras de cambio cuando lo que prometió fue que flexibilizar el despido proporcionaba más empleo? ¿O un Consejo Social de la Universidad de Murcia cuyo presidente vota a favor de una universidad privada? No hombre no. Un poco de sentido común. No puede estar ocurriendo y encima te llevas la bronca por, supuestamente, haber permitido tal estado de cosas. No se amargue, el culpable siempre es otro. En este caso, debe ser el chachachá, pues los buenos ciudadanos siguen mostrando en las urnas su conformidad con el esperpento.  Una deformidad que nos devuelve el espejo para convertir la situación en surrealista, que no tiene una explicación lógica. Es más, tan surrealista que no admite miradas diferentes, pues claramente aquí el que se mueve no sólo no sale en la foto sino que corre el peligro de ser expulsado del paraíso terrenal. Aquel en el que Eva nos condenó a no entender nada.

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