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Ni la celebración en Murcia durante toda una semana de la
festividad de la Policía Nacional ha impedido que nos roben el trasvase. Rodeados
de uniformes, afortunadamente no grises, helicópteros, motocicletas, camionetas
y demás parque móvil, incluyendo el ministro más cercano a los ángeles
custodios, nos han tenido con un corazón
en el puño ante tanto simulacro cuando, por la espalda y sin avisar, nos han
hecho un tajo real en el inicio del año hidrológico. Confiar en que llueva, levitando
entre las nubes a la espera de que el tiempo solucione los problemas, cual
Cataluña, desemboca en un inútil trasvase de riqueza. Nos iban a traer el Ebro y a punto estamos de
perder el Tajo. Bien es cierto que algunos, como el Ayuntamiento de Murcia o la
Comunidad Autónoma, no tienen problemas con el suministro hídrico para levantar
cientos de viviendas en plena huerta. Por mucho que la Confederación Hidrográfica
les indicó, en un informe de obligada orden, que la urbanización Joven Futura
no tenía garantizada el agua, allá plantaron ladrillos, destrozando miles de
metros cuadrados protegidos, no recalificables, de huerta. Los mismos que recriminan que las jóvenes no
respeten el vestido tradicional de la huerta son los que no sólo la enladrillan
sino que se jactan de la obra, del cuerpo del delito. Una huerta de donde
salieron los manjares que se ofrecieron al joven Rey, que algunos consideran de
futuro, en nuestra Universidad, la de todos. Dudo que estemos saliendo de la
crisis económica, pero la noble visita nos sirvió para afrontar el abandono o
la crisis de Económicas, en cuyo repintado y cuidado salón de actos se celebró
la apertura del curso universitario. Se arreglaron puertas, se regaron
jardines, se limpiaron cristales y se enceraron pasillos en medio de un mar de
banderas que, imagino, han agotado el presupuesto del rector Orihuela por muchos
años. Yo prefiero los mares de letras, pero puestos a ahogarse en seco que, al
menos, sobresalga el mástil de nuestra Universidad.
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