sábado, 15 de septiembre de 2018

La hora de España
No ha podido ser. Le comenté a Junker que aparte de mantener la hora de verano también conserváramos siempre el mismo mes: agosto. El comisario europeo me contestó en clave alemana: hay que trabajar. Es nuestro sino desde que Adán y Eva cayeron en la ambición de creerse dioses y lo que lograron fue el adiós al paraíso, nuestra condena eterna. Afortunadamente, en esta tierra prometida, aunque desprovista del agua que riega su definición en la Biblia, el aterrizaje es suave por mor de las múltiples fiestas que se suceden en Murcia, Molina, Cartagena o Lorca por nombrar las principales villas. Incluso, hemos tenido la oportunidad de mitigar el síndrome postvacacional con la merecida celebración del 30 Aniversario de La Opinión en nuestro aeropuerto sin aviones, lo que también nos impide el despegue laboral. En esas flamantes instalaciones y no menos luminosa efemérides; nuestro simpático ministro de Fomento elogió el espíritu nacional que emerge, defiende y representa Murcia…como si toda España tampoco pudiera levantar el vuelo. Yo, que ya me conozco estos lares, verdadera reserva espiritual, aproveché estos días para viajar por la piel de toro, recalando en La Rioja. Esto es, recalando doblemente. Tierra de paso y de trasiego, tanto de uvas como de personas y  otras caballerías, allí nos dimos cita gente de toda ralea, incluidos vascos que tienen en la frontera su casa de vacaciones y catalanes que aprovecharon la Diada para conocer España.  Sin enseñas nacionales allá donde nació el castellano y sin monsergas independentistas de los vecinos de acá o allá; nadie diría allí que el debate nacional lo marque la deriva nacionalista o independentista, que tanto monta monta tanto. Los pinchos y el vino en la calle Laurel de Logroño me sentaron como Dios, que no diría el vilipendiado Willy Toledo. Por fin, varios días sin escuchar ninguna tórrida proclama, correspondida con artículos 155 directos a la cabeza. España está en Murcia y en cada rincón, con independencia, con perdón, de las banderas que cuelguen o descuelguen.

NOS QUEDA LA PALABRA. La Opinión de Murcia, 15 de septiembre.

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