miércoles, 3 de octubre de 2012


El río que nos lleva
A Juan y al resto de las personas que arriesgaron sus vidas en las riadas para salvar a otras

Si dentro de 20 siglos queda aún un ¿yen? para investigación, descubrirán en este desierto ibérico una columna seccionada como consecuencia de la tromba de recortes que acabó con la sociedad de su tiempo. El pilar sostenía los puentes que la corriente de liberalismo derrumbó. A la lluvia fina en la disminución de los derechos sociales le siguió un “tsunami” que partió a la península del sur europea en dos: los que se hundieron y los que, como es habitual, salieron a flote. La fragilidad de la argamasa denotó que aquellos “años de bonanza” fueron un espejismo, pues la cohesión saltó por los aires por la tendencia de sus habitantes a la competitividad, con el señor dinero fácil como único dios y con los gobiernos facilitando sólo el “sálvese quien pueda”. Con esa bandera, se sucedieron nuevos conflictos y guerras hasta que el imperio chino impuso las 24 horas de trabajo. Eso sí, con chip insertados a la televisión. Sin puentes ya que tender. Una inmensa masa acrítica, sin atisbos de solidaridad y compromiso. Como muertos en vida. 

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