sábado, 11 de enero de 2014

Tocando fondo
Tengo un amigo cuyo cuñado comparte fila del paro con uno que es vecino del padre de un joven que se ha independizado tras encontrar un trabajo temporal de 3 horas a la semana para destruir los residuos de un hospital privado donde los pacientes son también cifras. Otro conocido ya es abuelo y cuenta a sus nietos, arrebujados entre las mantas para mitigar el frío tras una frugal cena fruto de la mísera pensión, que hubo un tiempo no muy lejano en el que se creaba empleo fijo e, incluso, existían empresas con responsabilidad social. Escuché a un joven camarero valiente preguntar a su jefe que si tenía derecho a 20 minutos de un descanso que encontraría al día siguiente en toda su extensión. Con los ojos abiertos se quedan mis hijos cuando, tras las diarias y preceptivas asignaturas de matemáticas y económicas, escuchan a su profesor de historia relatar las condiciones laborales de las primeras fábricas. Les entra un sudor gélido, igual de congelado que el salario mínimo, cuando comprueban que, efectivamente, la historia se repite. Que sus anales, nunca mejor dicho, se han depositado sobre nuestra existencia quizá para siempre, dado que los potentes medios de propaganda distorsionan las estadísticas, los tozudos datos, y envenenan de miedo nuestras mentes, contentas de tener la mejor ayuda para seguir la dieta propia de los principios de año o de no se sabe qué siglo.

NOS QUEDA LA PALABRA / Viernes 10 de enero de 2014

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