sábado, 4 de enero de 2014

Uvas sin ira

No me extraña que los españoles eligiéramos a dos rubias, iguales que la cerveza y el cava, para despedir el fatídico 2013 e iniciar un esperanzador 2014; donde, ojalá, los malditos cuartos dejen de indigestarnos la vida. En reposo o en plena fermentación, el amor por las que lucen el pelo reluciente, aunque no sean suecas, impregna tanto nuestro ADN que, incluso, vencieron por momentos a la cadena que mezcló una rubia con dos cocineros. Si en el racimo de informaciones que abre los periódicos serios se introduce una uva de sexo, allá que salta como la más leída. Si entre el hollejo que producen nuestras bodegas televisivas se cuela un chef que engaña a nuestro estómago, tras la obligada dieta de penuria, allá que se encumbra como el mejor manjar ocular. Si en el páramo del panorama literario, los que montan el belén diario del cotilleo contratan a un negro para contar su existencia rosa, allá que consiguen una cosecha que ya quisiera un nobel. Y si de lo que se trata es de hacer olvidar los avinagrados recortes, nada como repetir Mundial. Desde el principio de su existencia, la vendimia existencial de los primates es un zumo de comida, sexo y juegos, donde se prefieren los efluvios que destilan la crítica al vecino o el relato de escabrosos sucesos al debate sobre las ideas. Es la filosofía, el caldo, de la mayoría, tan tentadora como terrible su resaca.
NOS QUEDA LA PALABRA / Publicado el 3 de enero en La Opinión de Murcia

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