viernes, 26 de julio de 2013

Agosto
Agosto es ideal para experimentar la ingravidez sobre el agua dulce o salada. Mirando a la nada, con los oídos a medio sumergir y los píes sin tocar fondo, nuestro cuerpo vuela lejos de la grave actualidad que nos inunda. Física e intelectualmente, el estío es un espacio para reencontrarnos en nuestra condición humana, buscando momentos especiales que el día a día nos roba. Rutina repleta de política de basura, televisión de basura, relaciones de basura, comida de basura, trabajo de basura, ocio de basura, etcétera de basura.  También hay una filosofía de basura que nos invita a disfrutar de esos instantes mediante una sonrisa perenne para que todo siga igual, inamovible. Frente a un invierno vital ausente de compromiso y carcomido por las prisas, el verano nos da la oportunidad de flotar entre la excelencia, lo fuera de lo común, en todos los ámbitos: un buen libro o concierto sin mirar al reloj, una conversación pausada en torno a una mesa improvisada, un acercamiento a ideas donde no prime el mercantilismo, una mirada, un paisaje, un “off” de las declaraciones provincianas que nos martillean todos los días. Caminar junto al horizonte e iluminar cualquier noche oscura para observar, desde la hamaca o un centro astronómico cercano -que la política pobre de espíritu no haya logrado cerrar- la inmensidad del universo que todos llevamos dentro, capaz de cambiar el mundo.
NOS QUEDA LA PALABRA / LA OPINIÓN

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